¿SABÍAS QUE...

... EL OBISPO PRETENDÍA CONVERTIR A DOMINGO EN UN REFORMADOR?

Pues sí, esa era la intención de don Martín de Bazán cuando llamó a Domingo: necesitaba reformas urgentes en el “equipo directivo” de su diócesis (* ver nota al pie).

En el momento en que Domingo llega a Osma, tenemos a don Martín como obispo y a Diego de Acebes como prior del cabildo de la catedral. Y juntos habían visto en Domingo la persona ideal para... meter en cintura al resto de canónigos, que llevaban... digámoslo así... una vida de lo más relajada y poco ejemplar. Pobres hombres, no es que hiciesen nada malo; es que no hacían nada. Nada fervorosos, nada caritativos... Lo dicho: nada.

No sabemos las funciones exactas que el obispo pretendía dar a Domingo, pero, tras ese primer encuentro y su correspondiente rato de diálogo, nuestro joven amigo aceptó entrar en el cabildo, eso sí, como el último de todos. Después de haber estado dando clases en la Universidad, comenzó el noviciado como otro cualquiera. No estaría por encima de nadie. Su reforma no sería a base de palabras o riñas, sino que sería su misma vida.

Y así vemos el carácter realmente atractivo que tenía Domingo: unos años más tarde, en un documento oficial, aparece firmando como sacristán (un cargo bastante importante) y, poco después, los demás canónigos le eligieron como subprior. ¡Estaban encantados con él!

El cabildo entero se había reformado de arriba abajo, pero, con tanta suavidad, ¡que parecía una evolución de lo más natural!

Para orar
¿Sabías que... el Señor también te quiere reformador?

Cristo nos llama a ser sal y luz del mundo. En medio de tanta oscuridad, somos enviados a dar luz a nuestros hermanos, a poner amor y comprensión en medio de un mundo lleno de competitividad. A cada uno se nos encomienda una labor, unas más visibles, otras más discretas... pero todos debemos transformar la realidad que tenemos a nuestro alrededor. Eso sí, al estilo de Domingo.

Como decía un santo: “Predicad en todo momento; predicad, sí, y, si es necesario, también con palabras”.

El amor transforma lo que toca, ¡sin necesidad de decir nada! “El mundo de hoy no necesita maestros, sino testigos”; no convencen los discursos, sino las acciones. Así pues, deja que Cristo llene tu corazón con Su amor, ¡y transforma tu alrededor!

VIVE DE CRISTO

(*) Nota:

Para poder entender lo que sucedía, necesitamos unas pinceladas de contexto. Al principio del cristianismo, cuando un hombre quería responder a la llamada del Señor y consagrarse a Él, encontraba varios caminos, entre los que destacamos dos. Podía convertirse en:
-Sacerdote, con toda la labor pastoral que implica.
-Monje; es decir, retirarse a un monasterio para dedicarse exclusivamente a la oración.

Y en el siglo IV, aparece san Agustín, un convertido que quería ser monje... pero al que le endiñan ser obispo. Así pues, el hombre, que no sabía darse por vencido, hace un “mix” con las dos opciones y crea los canónigos: sacerdotes (y por tanto, con labor pastoral) que viven como monjes (en comunidad, reunidos para orar y estudiar).

En la Edad Media, el modelo de san Agustín se había extendido bastante, y muchas catedrales contaban con su “cabildo” (grupo de canónigos) que formaban el consejo del Obispo y le ayudaban a gobernar la diócesis y a atender la catedral: predicación, sacramentos...

Y, como el obispo tenía que estar pendiente de los asuntos de la diócesis, al frente del cabildo se nombraba un prior, que vendría a ser como el brazo derecho del obispo para los asuntos internos.

Se suponía que los miembros del cabildo debían ser ejemplares... pero, en fin... la debilidad humana unida cierta relajación de costumbres... vamos, que los canónigos de Osma llevaban muy buena vida, pero estaban de lo más despistados...

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