LLAMARADAS DE COLORES

PENTECOSTÉS EN EL MONASTERIO

Toda la Iglesia celebra el gran día de la venida del Espíritu Santo. En el monasterio también es un día muy especial marcado por un rito que sólo tiene lugar este día del año. ¿Quieres saber cuál?

"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar."La Tradición nos dice que posiblemente los apóstoles estaban reunidos orando a la hora de Tercia (al rededor de las nueve de la mañana). En ese momento, "vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían posándose sobre cada uno." Este hecho se revive en el convento de una forma muy especial...

Los rosales de la huerta exhiben ya sus primeras flores. Las sacristanas han preparado dos cestos de mimbre, llenándolos con pétalos de todos los colores. El aroma de las rosas impregna por completo la capilla.

Durante la oración personal, los cestos están sobre el altar. En cuanto el reloj de la capilla toca las nueve de la mañana, las monjas ocupan sus sitios en la sillería. Se percibe la emoción contenida. Empieza la oración de Tercia.

Las primeras notas del órgano vibran en el aire. No son las notas del himno habitual... se trata del "Veni, Creator" ("Ven, Espíritu Creador") una oración cantada en latín con la que la Iglesia invoca la venida del Espíritu Santo.

El ambiente se llena de gran solemnidad. Las cantoras entonan el primer verso y, acto seguido, doblan las rodillas hasta el suelo. Unas, de pie; otras, arrodilladas: Toda la Comunidad canta unida al Espíritu Divino, igual que los apóstoles aquella mañana en Palestina.

En ese momento las sacristanas abandonan su sitios de la sillería. Ellas, mientras todas las demás van cantando las diferentes estrofas, se acercan lentamente al altar. Tras una inclinación, cada una coge su cesto de mimbre. Ha llegado el momento más emocionante.

Con caminar tranquilo y pausado cruzan toda la capilla, alejándose del altar hasta el final de la sillería. Entonces, las sacristanas se separan a la vez a ambos lados del coro. Cada una de ellas, con inmenso cariño, toma un puñado de pétalos y los deja caer suavemente sobre la cabeza de la primera monja. La lluvia multicolor se posa sobre su cabeza, sus hombros y sobre el breviario que sostiene abierto entre sus manos.

La melodía latina continúa acompañando el momento mezclada con las voces que siguen cantando al Espíritu Santo. Las sacristanas van pasando lentamente de una a otra, dejando tras de sí una bella alfombra de pétalos de rosas.

Creo que no encontraría palabras para expresar todo lo que surge en el corazón al sentir caer sobre ti esos preciosos pétalos mientras suena el himno al Espíritu Santo. Sin embargo, dicen que una imagen vale más que mil palabras... Así pues, te dejo con esta galería de imágenes y el audio del "Veni, Creator". ¡Que escuchando este himno sientas la fuerza del Espíritu Santo para que Él te transforme en valiente testigo del amor de Jesucristo!

 

Veni Creator Spiritus,
Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.

Qui diceris Paraclitus,
Donum Dei Altissimi,
Fons vivus, ignis, caritas,
Et spiritalis unctio.

Tu septiformis munere,
Dextrae Dei tu digitus,
Tu rite promissum Patris,
Sermone ditans guttura.

Accende lumen sensibus,
Infunde amorem cordibus,
Infirma nostri corporis,
Virtute firmans perpeti.

Hostem repellas longius,
Pacemque dones protinus;
Ductore sic te praevio,
Vitemus omne noxium.

Per te sciamus da Patrem
Noscamus atque Filium;
Teque utriusque Spiritum
Credamus omni tempore.

Deo Patri sit gloria,
Et Filio, qui a mortuis
Surrexit, ac Paraclito
In saeculorum saecula.

Amen.

Ven Espíritu Creador;
visita las almas de tus fieles.
Llena de la divina gracia los corazones
que Tú mismo has creado.

Tú eres nuestro consuelo,
don de Dios altísimo,
fuente viva, fuego, caridad
y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú el dedo de la mano de Dios,
Tú el prometido del Padre,
pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra.

Enciende con tu luz nuestros sentidos,
infunde tu amor en nuestros corazones
y con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra frágil carne.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto tu paz,
siendo Tú mismo nuestro guía
evitaremos todo lo que es nocivo.

Por Ti conozcamos al Padre
y también al Hijo y que en Ti,
que eres el Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.

Gloria a Dios Padre
y al Hijo que de entre los muertos
resucitó, y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos. 

Amén.

 

 

      

 

Imprimir

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!