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JESÚS SE TRANSFIGURA EN EL MONTE

1 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
2 Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
3 En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: « Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. »
5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: « Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle. »
6 Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo.
7 Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: « Levantaos, no tengáis miedo. »
8 Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9 Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: « No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos. » (Mt. 17, 1-9)

Una vez que los discípulos, con Pedro a la cabeza, han confesado que Jesús es el Mesías esperado, inmediatamente, Jesús les desveló todo lo que tenía que sufrir en Jerusalén a manos de los ancianos, los príncipes de los sacerdotes y los escribas, llegando hasta matarle…

Jesús, les habla a los discípulos, “a golpe de revelación” y como de esto, no tienen ni idea los pobres pescadores, van de asombro en asombro sin entender gran cosa. Pero Jesús no les ahorra estas perplejidades, pues cuando Él resucite de entre de los muertos, por la fe ciega que tuvieron en Jesús en el camino de Galilea a Jerusalén, lo entenderán todo y serán verdaderos testigos de que Jesús es el Mesías que esperaban, escrito en la Ley y en los profetas…

Así, a los seis días de esto, Jesús tomó consigo a sus íntimos: Pedro, Santiago y Juan y se los llevó aparte, a un monte alto… Allí, en un paraje solitario e inhóspito, después de una subida penosa, se dispusieron los tres para descansar, mientras Jesús, como era su costumbre, se retiró a solas y no lejos a orar… ¡Y de repente vieron algo que sus ojos no podían creer: el rostro de Jesús brillante como el sol y sus vestidos blancos como la luz, y a su lado Moisés y Elías, y los tres hablaban de la próxima muerte de Jesús en Jerusalén!…

Pedro, el más impulsivo, sin saber lo que decía, les ofreció sus servicios haciendo tres tiendas para pasar la noche… Porque esto que estaban viendo excedía su capacidad de gozo y asombro… ¡Y una nube luminosa los envolvió con su luz y de la nube una voz que les decía: “Este es mi Hijo, el Amado, escuchadlo”!…

¡Ante lo tremendo de lo divino, los tres “cayeron al suelo llenos de espanto”: Estaban envueltos en la luz divina y su debilidad y pobreza se rindió desplomándose!… ¡Era demasiado para unos hombrecillos como ellos!… La mano de Jesús que les tocó, les devolvió a la realidad y cobraron fuerzas: “!Levantaos, no temáis!”…

¡Era necesario que Jesús descorriera un poco el velo de su divinidad para fortalecer la fe de los discípulos, por el escándalo de la muerte en cruz!… ¡Ante este Misterio, nuestra carne, no quiere sufrir ni ver sufrir, pero: “era necesario que el Mesías padeciera esto, para entrar en su gloria”…! ¡Son designios que, en su amorosa Providencia, Dios ha dispuesto: sólo de la cruz a la luz! … ¡Y esto aunque no nos guste!…

Jesús en esta prueba que nos lleva a gozar eternamente de la Vida, nos conforta y sostiene nuestra fe, por ello: “No tengáis miedo, Soy Yo…” Todo esto estuvo velado para los discípulos, hasta que Jesús resucitó de entre los muertos…

¡Si el Espíritu de Jesús no se manifiesta en nosotros, haciéndonos gozar, ver y creer cosas tan inauditas, no podríamos nunca llegar a gozar de su Luz…! ¡Pero no, Dios, aunque es Misterio, quiere revelársenos…!

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