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HAZ LIMOSNA, ORA Y AYUNA

1 « Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.
2 Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
3 Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;
4 así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
5 « Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga.
6 Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
16 « Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
18 para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt. 6, 1-6; 16-18)

Con estas lecturas hoy comienza la Cuaresma…

Son días muy especiales para prepararse para vivir el Misterio Pascual: la Muerte y Resurrección de Cristo… No vale cualquier preparación… Sólo será buena si, como Jesús, nos ponemos en manos del Espíritu que, fue el que guió a Jesús al desierto, para allí ayunar y orar y estar en contacto con el Padre… Por tanto, la Cuaresma no lo hacemos nosotros, sino que el Espíritu la hace en mí… ¡Esto es un gran descanso y alegría, porque ante la Cuaresma uno se siente sin fuerzas e ignorante por saber cómo hacer y por dónde comenzar!…

Si el Espíritu nos guía y hace estos días en nosotros, sólo nos queda dejarnos guiar… Así, como “Jesús cogió de la mano al ciego y lo sacó de la aldea, para curarlo”… El Espíritu, lo primero, “nos saca de la aldea” de nuestra vida rutinaria y nos hace ver todo con sus ojos… Y lo que vemos, nada más entrar en este retiro, de mí “que hacer”, es el poder del pecado en mí: mis inclinaciones, las tentaciones a las que me somete el Maligno y ese combate entre mis apetitos y la voluntad de Dios…

Por esto, se me pide en este tiempo, ayunar de lo que, sin pensar mucho, me salta a la vista… En alguno será su deseo de parecer bien; en otros, el apego a lo que veo claramente que me hace daño; y en alguno, el apetito de las cosas creadas, con sentido posesivo; o… o… Cada uno de nosotros, si quiere vivir la Pascua en plenitud, habrá de ofrecer a Dios lo que Él le está pidiendo… ¡Y no son cosas raras, no hemos de buscar muy lejos, está cerca, en la intimidad de mi corazón, que por ser a veces algo de lo que no quiero ni pensar, no puedo confesarlo y por tanto, lo echo al olvido!…

Pero no, Jesús nos da la mano para que con Él, hagamos el itinerario de la conversión. Él fue tentado y no sucumbió y nos puede ayudar… Su Palabra será luz en mi sendero, Palabra orada y meditada una y otra vez, hasta que se haga vida en mí… La Palabra de Dios en estos días es, si cabe, más viva y eficaz…

Cuando me dices Jesús: “cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto”, estás cogiéndome de la mano, con suavidad, pero persuasivamente, para orar allí donde el Espíritu desea hablar al Padre… Es en lo escondido donde se produce un diálogo filial y en este oír y hablar, la gracia va construyendo “su casa”, que es vivir como hijos, sin temor alguno y sólo del Amor…

Y Jesús también me dices que: “mi limosna sólo la vea el Padre”… Y la oculte, si fuera posible, a mis dos manos… ¡Es que hay un gozo muy diferente en dar limosna en presencia del Padre y sin ningún testigo!... Y la recompensa del cielo es este gozo divino…

Y así también con el ayuno por amor a Dios…

¡Señor, que yo me ponga en tu presencia al comienzo de la Cuaresma y escuche con afán y de continuo tu Palabra, porque en su fuerza, está mi conversión a Ti!...

¡Quiero ser un verdadero hijo de Dios!... ¡Ayúdame Señor, yo sólo no puedo!

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