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PREDICACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA EN EL DESIERTO

1 Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
2 « Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos. »
3 Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas.
4 Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.
5 Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán,
6 y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
7 Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: « Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente?
8 Dad, pues, fruto digno de conversión,
9 y no creáis que basta con decir en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham.
10 Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
11 Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
12 En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. » (Mt. 3,1-12)

Juan el Bautista es un hombre que entra en la categoría de los muchos profetas de Israel. Pero él es más que profeta según las palabras de Jesús, pues: “No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista”.

Con Juan se cerró el profetismo, porque él es el broche de oro del Antiguo Testamento. A partir de Juan ya no hay más Palabra de Dios revelada, porque en Jesús se culmina la revelación de Dios a su Pueblo y a todos los hombres. Juan preparó su misión de Precursor del Mesías en treinta años en el desierto; así como Jesús se preparó para la Revelación del Padre, en treinta años de silencio y vida escondida en Nazaret…

Pero llegada la plenitud de los tiempos, que Dios en Su Providencia había determinado, el Espíritu agitó a Juan a salir del desierto y a manifestarse al pueblo de Israel, predicando a orillas del río Jordán. Allí, muchos acudían a él y él los amonestaba a convertirse de su mala vida, para preparar al Señor, que ya está entre ellos, un pueblo bien dispuesto. El signo externo de esta conversación tenía que ser la confesión de sus pecados y seguido un bautismo de purificación en las aguas del Jordán.

Jua, es el hombre de la austeridad y la sencillez. Vivía en el desierto, a solas con Dios. Su palabra cubría su desnudez y también lo alimentaba: un vestido de piel de camello y langostas y miel silvestre. Su misión requería toda su atención y toda su persona… Era el hombre de la Verdad, por ello, cuando la mentira se acerca él, en la persona de los fariseos y saduceos, que buscan justificarse con un bautismo exterior y no con la conversión del corazón, Juan los desenmascara y los repele con palabras duras: “¡Raza de víboras!”… Este ponerles en evidencia de Juan nunca se lo perdonaron los fariseos y saduceos, así afirmaban que su misión era falsa y que no era profeta… Pero Jesús, siempre defendió a este hombre y a su predicación…

Decía Juan: “El que viene detrás de mí os bautizará con el fuego de su Espíritu Santo, porque yo preparo el camino con el bautismo de conversión, para que Él complete su obra en vosotros, porque Él es el Mesías de Dios que todos esperábamos”… “Yo preparo el camino, pero Él es más grande que yo… Y yo no merezco ni desatarle la correa de las sandalias”.

Juan, ante Jesús, se ve muy pequeño: ni siquiera es digno de hacerle el servicio que sólo hacían los esclavos… Él es el humilde, porque el Espíritu Santo le instruye. Si es Precursor de Jesús, lo es también del abajamiento de Cristo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”…

¡Que el Espíritu Santo nos enseñe interiormente para beber de estos grandes Misterios que nos unen a Jesús, que es Dios, para gozar, ya aquí, de su Salvación!…

¡Que así lo haga Dios en nosotros, por su misericordia!…

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