VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE 1

20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: « El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.

21 Y no dirán: "Vedlo aquí o allá", porque el Reino de Dios ya está entre vosotros. »
22 Dijo a sus discípulos: « Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23 Y os dirán: "Vedlo aquí, vedlo allá." No vayáis, ni corráis detrás.
24 Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su Día.
25 Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación. (Lc. 17, 20-25)

El Hijo del Hombre, es decir, el reino de Dios, ha venido en Jesús cuando apareció en nuestra tierra; está también ahora entre nosotros, a nuestro lado, en el devenir de la vida; y vendrá en el Día suyo con toda su gloria; pero para algunos será como el resplandor de un relámpago… Son las tres venidas de Dios al hombre de las que hablaron ya los santos en sus escritos. Y las tres tienen en común que vendrá calladamente, sin ningún aparato ni boato terreno, en silencio…

Las cosas importantes de Dios se realizan siempre en el silencio y allí es donde hay que buscarlas: el nacimiento de Jesús en Belén fue en la noche y en el silencio de un pueblito de Judea; pero no menos calladamente, entra Jesús en nuestro corazón en sus múltiples presencias: en una llamada a convertirnos a Él o a seguirlo, o con una palabra que nos cambia la vida y lo primero en la Eucaristía que al comerlo lo hace para que entremos en contacto con Él por la fe. El pan no sabe, no huele, no habla y sin embargo, es “Dios con nosotros”…

Quizás, en nuestra tentación de querer ver a Dios, nos gustaría oír: “¡Está aquí!”, o “¡está allí!”. Pero estas voces son del enemigo que quiere apartarnos de Dios, para que no lo busquemos en donde mora, sino en lo que brilla y no da luz…

La presencia de Jesús, en su vida, fue ignorada por muchos y más cuando advirtió a los que lo seguían que “tenía que sufrir mucho y ser rechazado por la gente”. Entonces, lo dejaron casi todos, sólo quedó un grupito que creyeron en la Palabra de Jesús y aceptaron que su venida no iba a ser, ni fue, ni será como imaginaron. Eran gente sencilla que creyeron más a Jesús que a sus expectativas. Y estos solos fueron y serán capaces de ver al Hijo del Hombre en su esplendor y gloria.

¡Queremos creer, Señor, conviértenos!...

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