JESÚS NOS TRAE EL ESPÍRITU QUE ES FUEGO.

49 « He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!

50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!
51 « ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división.
52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres;
53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra. » (Lc. 12, 49-53)


El fuego que trae Jesús es el Espíritu Santo que santifica y primero purifica. Su Espíritu aleteaba en el principio sobre el caos y con su Amor cálido, fue creando todas las cosas. Ahora que ha llegado la “plenitud de los tiempos”, con la venida de Jesús a su mundo, quiere tomar para sí y recapitular todas las cosas en su amor.

Con el Fuego comenzó su obra y con el Fuego quiere concluirla. Si supiéramos, por un instante, que estamos rodeados del Fuego de su Espíritu Santo, moriríamos de adoración y gloria a Dios. Más Dios ve nuestra pequeñez y nos da su Espíritu como a bocados.

Pero al Hijo hecho carne, Dios de Dios, no se le dio sino que Él lo portaba en su ser y ansiaba derramarlo en toda su creación y sobre todo en el hombre. Con su Espíritu Jesús nos da su paz, “pero no como la da el mundo”, que la busca en el tener más, en el poder más y en el saber más.

La paz de Cristo nos llega por la adhesión a Él y por amarle sobre todas las cosas. Y esto, en su misma raíz, ya es división con el mundo: entre los mismos de una familia, entre los amigos y entre los hermanos; con Él se plantea la división porque Dios nos pide radicalidad en nuestra vida y opciones: no a Dios y al mundo, no al Espíritu y a la carne, no a la Verdad y también a la mentira, no a complacer a todos y a la vez tener contento a Dios. Él es nuestro Señor y nos lo ha dado todo en su Hijo y aún, al final de los tiempos, nos hará reinar con Él eternamente… ¿Y no seremos en esta breve vida generosos e íntegros…? Todo, todo para Dios, queremos la unidad que reina en la Trinidad…

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