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ELECCIÓN DE LOS DOCE APÓSTOLES

12 Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios.

13 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
14 A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé,
15 a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes;
16 a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.
17 Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón,
18 que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados.
19 Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos. (Lc. 6, 12-19)

Al atardecer, Jesús dejó a la gente en el llano y subió a un monte con la multitud de sus discípulos. Y como era su costumbre, se apartó un poco de ellos y se puso a orar. Allí pasó toda la noche orando a Dios… ¡Oh, la oración de Jesús, cosa tan sublime y única!... El Padre y Jesús son una sola cosa en el Amor. Jesús, en su oración, no planea nada, no decide nada, no suplica nada, porque todo lo tiene en el Padre. Él sólo contempla su inefable hermosura y escucha a todo el ser del Padre. Y puede hacerlo porque Jesús es Dios, además de hombre. Y en esta soledad, nunca imaginada, oye quiénes son los Apóstoles que han de continuar su obra de amor y misericordia en favor de los hombres.

Son doce, como doce fueron las tribus de Israel, en la antigua Ley. Doce hombres que no son ni los mejor dotados, ni los más fieles, ni los más instruidos… Siempre será un misterio el por qué Dios elige a unos y a otros no.

Sabemos que las dos parejas de hermanos: Pedro y Andrés y Santiago y Juan eran pescadores y que Felipe era de Betsaida y que Levi, Mateo, dejó su negocio para seguir a Jesús... Y de los demás, sabemos poco o nada de sus oficios. Pero a estos doce los eligió Jesús para que estuvieran con Él y fueran instruidos día a día con su Palabra.

A Jesús no le importó en los pescadores la rudeza y lo tosco de sus modales. Tampoco el que tuvieran hasta la piel impregnada del olor al pescado y fueran pobres y tan simples a veces. El Señor miraba el corazón y ahí es donde les prendió la llamada para que lo siguieran. Ellos amaban a Jesús y estaban contentos de acompañarle en esta vida itinerante. Dejaron sus redes y la familia porque todo lo tenían en Jesús: sentían embeleso con su Palabra: “¡Señor, qué bien se está aquí, contigo en tu compañía!”…

A ellos les dio Jesús el poder de curar en su Nombre y lo que es más fuerte: expulsar los demonios de los poseídos por él... ¿y qué decir de su Palabra?: Los pobres apóstoles tenían, con el poder de Jesús, la fuerza para convertir los corazones a Dios, para arrancar a los hombres de las tinieblas y llevarlos a la luz del Evangelio…

¡Haznos, Señor, sencillos como los Apóstoles y dóciles a tu Palabra para ser curados de toda dolencia y poder así curar a los hermanos, con tu gracia!...

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