EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENSALZADO

1 Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando.

7 Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola:
8 « Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú,
9 y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto.
10 Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa.
11 Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. » (Lc. 14, 1.7-11)

Ya al principio de tu ministerio, Jesús, ensalzaste a tu primo Juan Bautista diciendo de él: “no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista”. Y fue grande porque se hizo, toda su vida, muy pequeño. El decía ante Jesús: “Él tiene que crecer y yo tengo que menguar”. En su persona, definía lo que era la humildad.

Jesús tuvo que explicársela a los invitados al banquete: “no elijas los primeros puestos, no te lances a los honores y parabienes de los hombres, busca más bien ser alabado por Dios, cuando vea que te abajas y no te encumbras. Si te ensalzas, de cualquier forma, llegará un día en que te avergonzarás porque “el que se engrandece será humillado”.

Santa Teresa definía la humildad como:”andar en verdad”. Si nos miramos detenidamente, por muy dotados que estemos, veremos que tenemos muchas fallas. Somos criaturas y como tal, muy imperfectas. El bien que hacemos, viene de Dios, por tanto, ¿de qué gloriarnos? Y sin embargo, a pesar de que todo esto es razonable y sensato, vemos en el mundo un gran deseo de relucir y ser alabado. ¿Por qué es esto? Porque el pecado habita en nuestro corazón y ser humildes nos gusta a todos, pero lo que se sigue de vivir en el último puesto, esto, desagrada grandemente a nuestra naturaleza…

¡Señor, ¿quién nos librará de esta tendencia tan arraigada en el corazón? : Jesucristo, el Hijo de Dios, que desde su Encarnación no hizo sino abajarse, para darnos ejemplo. Pero su vida entera la ha entregado para que podamos, por su gracia, seguirle en este camino. Y no a la fuerza, sino arrastrados por su excesivo amor…

¡Jesús, haznos humildes y pequeños! ¡María, tu madre, con la gracia lo entendió bien y fue la criatura más humilde, después de su Hijo Jesús! “Dios ha mirado mi humildad”…

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