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SEGUNDO ANUNCIO DE LA PASION y SED COMO NIÑOS

17, 22 Yendo un día juntos por Galilea, les dijo Jesús: « El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres;

23 le matarán, y al tercer día resucitará. » Y se entristecieron mucho.
18, 1 En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron: « ¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos? »
2 El llamó a un niño, le puso en medio de ellos
3 y dijo: « Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.
4 Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos.
5 « Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe.
10 « Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. (Mt. 17,22-23-18, 1-5.10)

Los dichos de Jesús no siempre traen paz y alegría al corazón. A veces sus palabras ponen muy tristes a sus discípulos. Por tres veces les anuncia que será entregado en manos de los hombres, que le harán sufrir mucho y al fin lo mataran, pero al tercer día resucitará… No entendían mucho esto último y lo primero les escandalizaba…

Pero para seguir a Jesús, sus discípulos tienen que aceptar el escándalo de la Cruz, que sólo entenderán después de su resurrección. La aceptación de la Cruz, en la vida de todo seguidor de Jesús, será siempre la clave para entender a su Maestro y todo el plan de salvación de Dios sobre la humanidad: sólo por la Cruz se va a la luz, que es Dios…

La gran madurez de un cristiano será siempre alejar la tristeza y los ¿por qué? ante la Cruz y la aceptación serena del plan de Dios, primero con su Hijo querido, después con sus hermanos los hombres…

¿Y todo esto qué nos dice?: pues nos habla de todo el amor de Dios por su criatura, que ha aceptado todo sufrimiento para redimirnos del pecado y de la muerte. Es este un gran misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y ahora nos ha sido revelado por Cristo. ¡Qué inefable bondad y misericordia!, ¡Qué exquisita caridad!... ¡para redimir al esclavo, Dios entregó al Hijo!

En una ocasión la madre de Santiago y Juan se postró ante Jesús con sus hijos para pedirle “lo más importante” para ellos: sentarse a su derecha y a su izquierda. Jesús les hizo descender de sus pretensiones equivocadas y les dijo: “no sabéis lo que me pedís”.

Todos buscamos lo más importante en nuestra vida. Siempre nos sale el deseo de ser, de poder, de tener, de ser los primeros. Y Jesús, de nuevo nos sorprende: “este niño cualquiera es lo que mie Padre y yo más valoramos”. Un niño en sí es poca cosa y además tenemos que convertirnos y ser como ellos, nada o casi nada…

Hoy en día, un niño tiene su valor, pero en tiempos de Jesús no era así. Por ello, hay que meterse en su cultura y ver lo que Jesús nos quiere transmitir.

Entrar en el reino de los cielos es algo que supera nuestras ideas de eterna felicidad. Es una realidad que no podemos entender ni abarcar. Pero sí sabemos que es “lo más”: es estar con Jesús para siempre y no tocar nunca más el tiempo, la caducidad, el espacio…, cosas todas que son de este mundo.

Cambiarse en un niño, abajarse como un niño, desaparecer como un niño y en esta realidad tener a sus Ángeles siempre pegados a ellos, protegiéndoles, cuidándoles, amándoles y todo desde la gozosa contemplación del Rostro del Padre… ¿Cómo será esto?. ¿Cómo nos han sido revelados misterios tan altos?. Por la sola bondad y condescendencia de Jesús: “me da lástima de ellos”. Y la lástima de Jesús, no es como nuestra compasión, que humilla al pobre. Su lástima es un estremecimiento del corazón que le hace derramar lágrimas de intensa ternura…

Que Dios, hoy en nuestra oración, nos dé a saber algo de “ser como niños” y también nos haga pararnos con temor y temblor en el “no entraréis en el reino de los cielos…” ¡No, Jesús, no permitas que seamos duros de corazón y no entendemos tu Palabra, que sólo quiere ser consuelo, esperanza y posesión.

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