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YO SOY LA VID 2

1 « Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.

2 Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto.
3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.
4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
6 Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden.
7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis.
8 La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. (Jn. 15, 1-8)

“La viña del Señor es la casa de Israel y Judá su plantación preferida. Esperaba rectitud y hubo violencia” (Is 5, 7). Así cantaba el profeta Isaías para decir que el pueblo de Dios fue infiel a su Alianza y como una viña que se deja abandonada y es pisoteada y no produce sino cardos, así tratará Dios a sus elegidos infieles…, pero Jesús viene a completar esta Palabra condenatoria, afirmando que El es la vid verdadera y el Padre el viñador.

Esta vez, el Amo plantó una viña selecta que le fue fiel: su Hijo Querido. El si que es la Viña del Señor. Y en torno a ella habrá muchos sarmientos que se pegarán en el tronco y darán copiosos frutos. Y no sólo vendrán de la casa de Israel, sino de todos los pueblos que, creyendo en Jesús, se injertaran en El, como lo hacen las ramas a la vid. Ellos si que han comprendido que: “sin mí, no podéis hacer nada”. Andaban en la vaciedad de sus pensamientos y en la insensatez de sus vidas y conocieron a Jesús y se pegaron a Él, siendo desde entonces ramas fértiles y de frutos selectos. Pues Jesús, la Viña escogida y preciosa ante Dios, no puede más que dar vida y vida abundante.

El es la savia, él es la gracia y los que creen en El y lo aman viven ya vida divina, están sellados por el amor de Dios. En este mundo, los sarmientos, a pesar de estar injertados a la vid, están expuestos a los fríos y a los calores, a las heladas y a ser podados por las contrariedades de la vida; pero si su cepa está unida a la vid-madre, nada puede temer porque en las tribulaciones, el alma crece en la fe y en la esperanza y su tronco se vuelve duro y nada lo podrá desangrar de lo que es su alimento y vida: la vida divina en él…

¿Quién me podrá apartar del amor de Dios, manifestado en Jesús, mi amado Señor? Nada ni nadie. Y si por un acaso fuera arrancada del tronco y echada fuera para quemar, su gran misericordia me restituirá a la Madre Vid, pues Dios conoce lo que hay en el hombre y sabe que lo buscamos como el primero y único amor…

¡Injértanos en Ti Jesús!...

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