JESUS, PAN DE VIDA

30 Ellos entonces le dijeron: « ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer. »
32 Jesús les respondió: « En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo;
33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo. »
34 Entonces le dijeron: « Señor, danos siempre de ese pan. »
35 Les dijo Jesús: « Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera;
38 porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
39 Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
40 Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día. »

Moisés, en el desierto, les dio a comer un pan bajado del cielo: el maná, que los alimentaba para no desfallecer su cuerpo de hambre. Muchos años comieron de este pan, pero llegó un día en el que murmuraron contra Moisés porque estaban hartos de este “pan sin sal y casi sin cuerpo”. Y es que el hombre se sacia y hasta puede llegar a repugnarle todo alimento que sostiene su cuerpo. Y eso que el maná era una especie de pan y por ser el alimento básico del hombre es lo último que le hastía.

Pero en el plano material todo cansa al hombre, porque el “no sólo vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, nos está diciendo que el hombre es materia y espíritu y, por tanto, necesita vitalmente el alimento espiritual.

Este es “el verdadero pan del cielo” que no harta, sino que da vida al hombre. Es Jesús el Pan celestial que el Padre nos ha dado para que, yendo a Él, nunca más tengamos hambre. Jesús se nos ofrece como Pan de vida, Pan que nos lleva a la eternidad, con tal que creamos en El y vayamos en su busca para que nos alimente. No es cuestión de ver sino de creer y la fe se adhiere a lo que no ve con una seguridad como si lo viera.

Pero aquí, como en todas las cosas de Dios, no es el que quiere: “Señor, danos siempre de ese pan”, sino del que el Padre elige y se lo entrega al Hijo para que crea en El. Este nunca será echado fuera, sino que Jesús será siempre su Señor y su Dios, y en el último día Él lo resucitará para que esté eternamente con Dios en su gloria.

¡Qué misterio éste el de los elegidos de Dios!. ¡Pero si nosotros nos sentimos deseosos de Jesús y de su Palabra, signo es éste de que somos elegidos por el Padre…! No frustremos tan gran regalo del cielo, sigamos alimentándonos del Pan de vida que es Jesús y nuestra esperanza no quedará defraudada, sino que se verá colmada y con creces, “una medida rebosante y abundante”, y nos sobrará para dar a otros…

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