LA UNCION EN BETANIA.

1 Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos.

2 Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
3 Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
4 Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar:
5 « ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? »
6 Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.
7 Jesús dijo: « Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura.
8 Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis. »
9 Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
10 Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro,
11 porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús. (Jn. 12, 1-11)

Jesús siente su alma y espíritu cada vez más conmocionados porque se acerca “la hora” que el Padre ha determinado para la entrega de su Hijo. Jesús ora más, si cabe, antes de esta hora suprema. Sus fieles y entrañables amigos Lázaro, Marta y María, preparan una cena, en su casa, en su honor. Quiere ser éste un gesto de gratitud y veneración, por haber resucitado a Lázaro de la muerte… Cada uno se desvive en agasajarlo. Pero el gesto de María, mostrando su amor tan intenso, llenó a todos de admiración y a Judas de indignación, por el derroche del perfume.

María enjuga los pies de Jesús con el ungüento de “nardo purísimo” y después los seca con sus cabellos. Y Jesús se deja hacer porque esta mujer ama mucho; y dice San Agustín: “ama y haz lo que quieras”. María sólo se dejó llevar del amor loco que tenía a Jesús y le ungió cabeza y pies. Y Jesús la defendido ante Judas porque su crítica tenía origen en su usura, mientras que el gesto de María era guiado por la gratitud y el amor. Y Jesús dijo que había sido un signo profético ungiendo su cuerpo antes de ser sepultado.

Este acto sublime mandó Jesús que fuera consignado en el Evangelio para memoria perpetua de esta mujer, loca de amor por Él.

Excluyendo a Juan, hay mujeres que, en el Evangelio, han tenido con Jesús gestos tiernos y atrevidos que eran guiados por su veneración, que llegaba a la adoración. Intuían que Jesús era en verdad Dios y a Él habían de honrar, adorar y dar culto. Eran las verdaderas adoradora en espíritu y en verdad que el Padre quiere y que Jesús le dijo a la mujer samaritana. Y por sus gestos y palabras todo su pueblo, de Samaria, creyó en Él. También por María, su Madre, todos los apóstoles se dejaron cobijar en su fe y amor a Jesús para recibir al Espíritu Santo.

Para Jesús, la mujer, a partir de su Madre, tuvo siempre una misión especialísima e insustituible: ellas mostraban a todos que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a salvarnos y quiere con cada uno una relación personal y entrañable…

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