DOMINGO XXXIV (T, Ordinario)

CICLO C

CRISTO REY

                           Esta fiesta hay que situarla dentro de las perspectivas litúrgicas del Viernes Santo. Sólo desde la fe podemos afirmar que Jesucristo es Señor del mundo y de los hombres. La realeza del Cristo no se visibiliza en la Iglesia por sus poderes o esplendor, sino por la justicia, el servicio y la caridad.

II Sam. 5, 1-3

1 Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: « Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros.

2 Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel. Yahveh te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel. »

3 Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh, y ungieron a David como rey de Israel.

                  -   La designación divina y el reconocimiento del pueblo son los dos pilares en que se apoya la institución real. David, no omitió recurso humano para hacerse proclamar rey, es como un mesías que anuncia al Mesías. Lleva una palabra de Dios, que le señala como cabeza de su pueblo y una acogida del pueblo que le reconoce como mediador de liberación. Por el signo humano, se habla del Dios liberador.

(v. 1)         -   La unión de las tribus del norte, sólo tuvo lugar varios años después de la muerte de Saul, pero el cronista (I Cro. 11, 1-3) sólo quiere ver en David al que ha unido las tribus en torno a Yahvé.

                  -   David reunía en sí las condiciones exigidas por Yahvé para ser rey de su pueblo: ser un elegido suyo y hermano entre sus hermanos (Dt. 17, 15).

(v. 2)         -   Las tribus y ancianos de Israel reconocen que en David, Dios había hecho concurrir ciertas notas que la hacían su elegido: siendo Saul rey, era David el que “guiaba” ya al pueblo (Is. 18, 16), pues aún en vida de Saul muchos corazones en Israel se volvían a David (Is. 18, 7.16.28) sobre todo bajo la borrosa figura de su heredero Isbaal (II Sam. 3, 10).

(v. 3)         -   Parece un duplicado de (v. 1), pero está completado con el pacto que hace David con los ancianos de ser su rey y ellos le ungen como tal.

Col. 1, 12-20

12 gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz.

13 El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor,

14 en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.

15 El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación,

16 porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él,

17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia.

18 El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo,

19 pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud,

20 y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

HIMNO   -   En el proyecto primitivo del Creador entraba Cristo como parte central. El, valiéndose de su Iglesia, debería luchar por superar los antagonismos de toda clase: Odio entre las naciones, luchas de clases, discriminaciones raciales y religiosas.

(v. 12a)     -   Los colosenses y todos los cristianos, con San Pablo deben dar gracias al Padre Celestial (1, 3). Esta gratitud se funda en un conocimiento de la acción salvadora de Dios en Cristo (II Cor. 4, 15).

(v. 12b-13)    -             Con tres frases breves nos indica en qué se ha mostrado la bondad del Padre hacia nosotros.

                  -   LUZ es el dominio de Dios, el “cielo”, allí espera a los santos, a los fieles, el tesoro de esperanza (1, 5) que Dios les ha preparado. En el bautismo, Dios ha roto el anatema de la muerte que determina toda la existencia: pasa de la muerte a la vida (Jn. 5, 24), de las tinieblas a la luz. El traslado al Reino del Hijo de su Amor lo repite en vistas al bautismo. En este Reino nos ha hecho sentar junto a Cristo (Ef. 2, 6; 2, 19), no son frases poéticas, sino que revelan el misterio de la existencia cristiana: el ser en Cristo, un misterio de fe y de prueba, misterio de la Iglesia.

(v. 14)       -   Y aquí comienza propiamente el “Himno a Cristo” (v. 14-20). La convicción de que “tenemos” la redención se funda “en quien” ha ido por nosotros a la muerte. El “tenemos” expresa la dichosa certeza de la fe.

                  -   Dios ya no mira nuestros pecados, los ha cubierto y anulado en la cruz (Col. 2, 14)

(v. 15)       -   Dios habita una luz inaccesible (I Tim. 6, 16), le hizo brillar su faz en Cristo (II Cor. 4, 6), es su imagen (Jn. 14, 9). En el Antiguo Testamento la divina sabiduría es llamada: imagen de su bondad (Sab. 7, 26) y estaba presente en la creación (Pr. 8, 22-31) y en Israel se estableció (Eclo. 24, 7). Ya los primeros cristianos lo aplicaban a Cristo (Jn. 1, 1-14): creación, encarnación del Verbo. En Cristo contemplaban el mundo de Dios. El es el primogénito de la creación por ser el soberano de ella.

(v. 16)       -   Y pasamos a ver esa creación en Cristo que ha sido hecha en El, por El y para El. El es causa, mediador y objetivo de toda la creación. En El fueron creadas todas las cosas, es su obra libre y tiene principio en el tiempo, pero permanece en manos de Dios, cercada por su poder: creada por Dios en Cristo. Difícilmente podemos comprender la trascendencia de esta verdad, si no es por la fe. La creación por esto es buena y en ella se ha de reconocer al Creador, su eterno poder y divinidad (Rm. 1, 20)

                  -   Los colosenses tendían a no tomar en serio el dominio de Cristo sobre la creación (2, 8.16-23), sustituyéndole partes de la misma, por eso insiste S. Pablo “todas las cosas”. Menos Satán (Ap. 12, 12) y sus cómplices ( Ap. 11, 18). Todas las cosas las hizo y a su tiempo se verán liberadas (Rm. 8, 21-22) porque Cristo es el Salvador de toda la creación.

(v. 17)       -   “El es ante todo”, en sentido temporal y de rango y El es la última causa: misterio santo que no comprendemos es este tiempo (Eclo. 43, 29).

(v. 18)       -   Ahora dirige S. Pablo su mirada al misterio de la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, unida indisolublemente y misteriosamente a la Cabeza que es Cristo (Ef. 5, 23-24). En la Iglesia tiene lugar todo su crecimiento sobrenatural (Ef. 4, 16; 5, 29) por medio de los sacramentos. En la Eucaristía, misterio del “cuerpo” de la Iglesia, experimenta lo que dice Pablo (I Cor. 10, 17). Jesús resucitó y su Cuerpo ya ha resucitado en el bautismo (2, 12; Ef. 2, 6; 2, 5). “El es primogénito de los muertos”, es el segundo Adán (I Cor. 15, 45-48) (Rm. 8, 29). Por esto la vida de Dios, el “cielo” ya está en la tierra (1, 13; Ef. 2, 6).

                  -   En hebreo CABEZA = ROSH es también comienzo o “principio”. Cristo es “Rosh” de la nueva creación. Piensa aquí S. Pablo en la exaltación de Cristo al trono celestial de Dios: en la creación y en la nueva creación es el “Hombre” enaltecido por ser nuestro hermano.

(v. 19)       -   Por designio divino, la inmensa Plenitud, reside en el Señor encarnado y enaltecido y por ello la verdadera y eterna salvación del hombre procede solamente de Cristo.

(v. 20)       -   Cuando se habla de reconciliación, pensamos en seguida en el pecado, pero el Apóstol, no piensa así. Los hombres “en sus malas obras” (1, 21) tienden a ver a Dios como enemigo, pero Dios con la cruz de Cristo nos muestra en obras que quiere ser el amigo del hombre (Rm 5, 7-10; 8, 31b-32a). El hombre en cambio fue enemigo de Dios.

                  -   Por Cristo quiere Dios “reconciliar todas las cosas” (1, 20) y esas cosas, no es sólo el hombre con Dios en sus relaciones, sino las religiones, los pueblos y aún más, el Espíritu y los espíritus que se han de reconciliar en El, porque El es nuestra paz (Ef. 2, 14a) “por la sangre de su cruz” (Ef. 2, 14.17; 2, 19).

                  -   Añade el Apóstol de una manera misteriosa que la obra pacificadora es eficaz, incluso en los cielos, ¿piensa acaso en los “principados y potestades” en (Ef. 6, 12), el poder de Satán que ha sido derrotado por Cristo en la cruz?. En cualquier caso la gran paz de Cristo abarca todos los espacios y los tiempos. He aquí nuestro esfuerzo y deseo propio y decidido por la paz.

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