DOMINGO II (T. Ordinario)

CICLO C

-AMOR NUPCIAL DE DIOS - BODAS DE CANA-

Is. 62, 1-5

1 Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha.

 

2 Verán las naciones tu justicia, todos los reyes tu gloria, y te llamarán con un nombre nuevo que la boca de Yahveh declarará.

3 Serás corona de adorno en la mano de Yahveh, y tiara real en la palma de tu Dios.

4 No se dirá de ti jamás « Abandonada », ni de tu tierra se dirá jamás « Desolada », sino que a ti se te llamará « Mi Complacencia », y a tu tierra, « Desposada ». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada.

5 Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios.

-   Es un segundo poema a la gloria de Jerusalén. El primero es (c. 60). Pero aquí el tema de los desposorios adquiere gran relieve. El triunfo de Jerusalén consiste en convertirse en la esposa de Jahvé (50, 1) (54, 6-7).

-   Pertenece este poema al Trito-Isaías o Tercer Isaías (cap. 56-66) y pertenece a otro profeta distinto de Isaías, pero continuador del segundo Isaías, como producto, el más tardío, de la producción isaiana (hoy se reconoce como una colección heterogénea).

-   Los profetas no han hallado una imagen más significativa para expresar el amor fuerte y tierno, celoso y misericordioso de Dios hacia su pueblo, que la del amor nupcial.

(v. 1)         -   El amor, cuando es verdadero, es inquieto: no calla, no está quieto, hasta conseguir su fin: la entrega total de la amada y el Dios el celo por su pueblo es plasmado en el deseo de su santidad y su salvación. Para ello Dios se vale de todos los medios: pruebas y noches, hasta la total fidelidad de Sion.

(v. 2)         -   “Pero no se enciende una lámpara para ser escondida sino para que alumbre a todos”, así las naciones y los reyes verán esta gloria y le darán un nombre nuevo que Jahvé ha pronunciado (65, 15) (56, 5), un nombre eterno que no será borrado (Ap. 2, 17; 3, 12).

(v. 4)         -   “Abandonada” y “mi complacencia” y “desposada” son nombres dados a Jerusalén y Judá en otros lugares de la Biblia: (I Re 22, 42) (II Re. 21, 1). Esta atribución de nombres propios fue iniciada por Oseas (Os. 2, 25) (Is. 1, 26) (Is. 60, 14; 62, 12).

(v. 5)         -   Imagen de los desposorios (Is. 54, 5-8).

Hb. 10, 5-10

(v. 5-7)      -   He aquí las disposiciones que tenía el Hijo de Dios al entrar en el mundo. Hasta aquí nos ha hablado el autor de la sangre de Cristo, mas ahora se menciona también el cuerpo de Cristo como don sacrificial. El autor eligió el (Sal. 40, 7-9) porque hablaba del cuerpo. Esta palabra debía suscitar en los cristianos asociaciones eucarísticas, mas no hace aquí el autor mención del banquete del Señor y es que en la época del N.T. no se consideraba la eucaristía como una realidad aislada, sino como dice S. Pablo: se anuncia en el banquete del Señor “la muerte del Señor (I Cor. 11, 26). Es decir, se conmemora la virtud expiatoria y salvífica de la cruz de Cristo. Una finalidad semejante persigue la Carta a los Hebreos: desea convencer a los fieles de la virtud purificadora, santificadora y consumadora del sacrificio de Cristo. Lo hace como pastor de almas y teólogo, no al estilo de la conmemoración litúrgica.

(v. 8-10)    -   En este pasaje tenemos una prueba de Escritura que presenta la “oblación del Cuerpo de Cristo” como cumplimiento de una voluntad de Dios existente desde toda la eternidad: Dios no quiso los sacrificios prescritos por la Ley, sino que sólo tenía sus complacencias en la oblación que Cristo hizo de sí mismo.

(v. 5-7)      -   Esta postura con respecto al A.T. parece contradictoria: por un lado parece ser la Palabra de la Escritura como notificación divina de la voluntad de Dios y por otra no reconoce la carta los sacrificios (en el A.T. son mandato divino) como expresión de lo que Dios había realmente querido y perseguido. La crítica del culto que ocasionalmente expresara los profetas (Jr. 7, 21-23) no se entiende aquí como desestimación o condenación de la institución sacrificial levítica. Hay en el A.T. como dos ordenaciones: la primera y la segunda tienda. Jesús con su encarnación suprimió el primer tabernáculo con sus ritos terrestres y carnales y puso en su lugar la segunda tienda , nueva y celestial en la que El ofrece su cuerpo preparado directamente por Dios. De un golpe vemos aquí la encarnación y la pasión, pesebre y cruz. Toda la vida de Jesús fue un único ofertorio a través de un tabernáculo mayor y más perfecto que conduce al lugar santísimo de Dios “aquí estoy para cumplir tu voluntad”.

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