SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

CICLO B

Primera Lectura Os. 11, 1.3-4.8c-9

1 Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo

3 Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos.

4 Con cuerdas humanas los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.

8c Mi corazón está en mí trastornado, y a la vez se estremecen mis entrañas.

9 No daré curso al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira.

                  -   Este capítulo 11 guarda un estrecho paralelismo con cap. 1-3. Después de la analogía del amor conyugal despreciado, viene ahora la del amor paterno no reconocido. En los tres primeros capítulos se advierte que los hijos estaban estrechamente vinculados a la madre 2, 1.4 y que desde el comienzo (1, 2) aparecen unidas las dos perspectivas (Jr. 3, 19-20).

(v. 1)         -   He aquí el primer testimonio del tema del amor de Dios como causa de la elección de Israel, doctrina desarrollada abundantemente por el (Dt. 4, 37; 7, 7-9; 10, 15). Para Oseas la verdadera historia de Israel comienza con la salida de Egipto. Este pasaje describe la edad de oro del desierto (2, 16). De la gesta de los Patriarcas, parece que Oseas sólo ha retenido los rasgos desfavorables (12, 4-5.13).

(v. 3-4)      -   Este pasaje muestra a Jahvé como educador de Israel niño: tema de la pedagogía divina recogido por (Dt. 8, 5-6) (Dt. 8, 16).

(v. 8b-9)    -Mi corazón está en mí trastornado. Expresión muy fuerte que se usa a propósito de la destrucción de las ciudades culpables (Gn. 19, 25) (Dt. 29, 22). Oseas deja entender que el castigo anunciado es como vivido de antemano en el corazón de Dios (2 Sam. 19, 1). En v. 9 se subraya con fuerza la trascendencia de Dios, pero aquí se la despoja de todo carácter terrorífico y se expresa en términos de amor (Ex. 19, 2; Is. 6, 3). La santidad divina se manifiesta por la misericordia que perdona, en tanto que el hombre, habitualmente, da libre curso a la ira.

Segunda Lectura: Ef. 3, 8-12.14-19

 

8 A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo,

9 y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas,

10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia,

11 conforme al previo designio eterno que realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro,

12 quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios.

14 Por eso doblo mis rodillas ante el Padre,

15 de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra,

16 para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior,

17 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor,

18 podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,

19 y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.

                 

                  -   Esta lectura nos descubre la fuente de donde nacen estos sentimientos, que es el amor del Padre, que se ha manifestado a todo el mundo en la persona de Cristo y que desea que habite en nosotros la plenitud de Dios. Ante este misterio, Pablo se siente orgulloso y a continuación, abrumado por haber sido elegido para una misión tan alta, dobla sus rodillas (v. 14) ante el Padre de los cielos y explicita estos designios del Padre de entregar el Espíritu al hombre nuevo (Ef. 4, 22-24) y asegurar la morada de Cristo en nuestros corazones, según lo predicho en (Ez. 36, 26).

(v. 17)       -   El tema de la morada de Dios en nuestros corazones es lo que puede darnos la clave para interpretar los últimos versículos anchura y longitud (Ez. 40) describe el nuevo templo con sus dimensiones, el futuro templo escatológico. En (Ef. 2, 20-22) afirmaba S. Pablo que este templo de Dios, construido sobre la piedra fundamental, que es Cristo, y según el Espíritu, es hoy el conjunto de los cristianos, edificados en la caridad y el amor de Dios. El cristiano es piedra de este edificio y cimiento sólido son la caridad de Dios y su amor redentor (Rm. 5, 1-11; II Cor. 5, 14-19). Ante este misterio, Pablo dobla ahora la rodilla, como las había doblado en el antiguo templo.

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