NO ASPIREMOS A TITULOS HUMANOS

1 Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos 

2 y les dijo: « En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 

3 Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. 

4 Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. 

5 Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; 

6 quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 

7 que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". 

8 « Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. 

9 Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 

10 Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. 

11 El mayor entre vosotros será vuestro servidor. 

12 Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. (Mt. 23, 1-12)

 

Jesús, hoy nos exhorta a la humildad. Pero no una humildad humana que hace esfuerzos con la voluntad para sentir de sí mismo bajamente. ¡No, la humildad que quiere el Señor regalarnos es un don que, eso sí que, hay que pedirlo! Nuestro natural es soberbio y no hay más que abrir los ojos para darse cuenta de ello, a nuestro alrededor: Buscamos los primeros puestos; el ser más en lo que sea; en lo que queremos emplear nuestros talentos, sin referirlos al Autor de los mismos y que nos los dio para servir y no para servirnos de ellos, para nuestra gloria.

Si esto es así, ¿cómo llegaremos a ser humildes? Lo primero que Jesús nos dice es que, la humildad la hemos de aprender en la escuela de su Persona Humana: “aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón”. Y este aprendizaje, no sólo se nos ofrece en lo que nos dijo y enseñó, sino, sobre todo, en lo que hizo. Porque, si sus Palabras no iban acompañadas de su vida, de poco nos servirían a nosotros, que somos tan tardos en comprender y hacer nuestro el bien que se nos propone.

Jesús pudo decir: “Yo soy humilde”. Pero nosotros, no lo podemos decir, si no es, porque participamos de la humildad de Cristo. “Él, siendo Dios, se humilló hasta hacerse hombre”. Y, no un “Superman”, sino “un cualquiera”. Así lo vieron los de su pueblo, Nazaret, cuando se presentó como enviado de Dios: “¿Pues, no es éste el hijo de José, el carpintero, y su madre María, no vive entre nosotros?”. Lo vieron como “alguien del montón”. Y, ¡era el Hijo de Dios, el que ha creado todos los mundos y a cada uno de nosotros, y nos ama, y nos quiere tener junto a Sí en su Gloria. El abajamiento del Verbo, de Jesús, es un Misterio que no podemos, no sólo comprender, sino que, ante él, sólo cabe la humillación de nosotros en adoración y alabanza. Que estos gestos, también nos son dados, porque lo nuestro es andar erguidos por la vida,diciendo: “¡yo y sólo yo”.

¡Oh Señor, Tú, ¡eres nuestro Único Dios y Señor! ¡Tú, eres nuestro Único Maestro que se abaja para hablarnos, como hiciste con tus discípulos o hace un maestro con sus alumnos pequeños que ¡todo lo tienen que aprender de él!... ¡Sólo en este clima de bajar y bajar con Jesús a abismos insondables de humildad,podemos comprender y hacer nuestra esta virtud de la mansedumbre! ¡Aquella que, nos deja ver a Jesús siempre hablando y actuando con suavidad y dulzura, atrayendo a las masas de los hombres hacia su Corazón que, no lo olvidemos, ¡está herido de Amor! y el Amor es siempre paciente; sirve donde ve una necesidad; aguanta todo lo que no le es grato a la naturaleza y esto sin decir: ¡basta!, porque su paciencia es sin límites!...

¡Señor, cómo nos atraen tus virtudes: “¡corremos, tras el olor de tus perfumes!”, y todo esto, porque “el Amor es Dios”! ¡Danos tu Amor y todo nos será fácil y grato! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amen!

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