HERODES, NO SABÍA A QUÉ ATENERSE

7 Se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; 

8 otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. 

9 Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?» Y buscaba verle. (Lc. 9, 7-9)

 

Cuando a un poderoso, hay algo que le desconcierta que, no sabe la razón de ello, siente de alguna forma que, su poder está en peligro. Y, se pone a investigar y no para hasta que eso que, le amenaza, se pone bajo su control.

Herodes, sojuzgaba todo aquello que le molestaba. Por esto, hizo matar impunemente a Juan Bautista y si Jesús le era contrario a sus planes, estaría dispuesto a acabar con él. “¿Qué oigo de este Jesús que, hace estos milagros tan maravillosos?”. Y, tenía ganas de verlo. Pero Jesús, no se deja ganar y menos amedrentar por un hombre malvado y que gusta de la intriga y curiosear en su vida, no para convertirse de sus pecados, sino para seguir meciéndose en su poderío y vida muelle y malsana.

Las opiniones del pueblo sobre Jesús, son acogidas por Herodes y da respuesta a cada una de ellas, según su razón envilecida y cruel: tranquilamente había asesinado a Juan el Bautista y él no podía haber resucitado en Jesús con esos poderes extraordinarios y milagrosos. Por tanto, “quería ver a Jesús”.

La oportunidad le llegó más tarde, cuando Jesús sufría su Pasión. Allí, Jesús, no abrió la boca ante las palabras capciosas de Herodes. Y, ante su silencio, lo cubrió con una túnica blanca de loco y lo despreció: este hombre no le era contrario o peligroso.

Jesús, se sometió en todo a los hombres y se dejó hacer y decir de ellos. Y, esto, porque los amaba y había venido a salvarlos de sus pecados y malicia. “Cargó con nuestros pecados” y, en su cuerpo, nos redimió de ellos y nos hizo santos para que, un día, pudiéramos vivir en su Gloria, junto a Él y con su Padre que, por amor, lo entregó a nuestras maldades. ¿Cabe amor más grande: “para rescatar al esclavo, entregó al Hijo”, al Amado por Él, infinitamente?

En nuestra vida, muchas veces, nos llegan múltiples noticias de las que no sabemos a qué atenernos y nuestra respuesta es el desconcierto y quedarnos en él y no buscar la razón última en nuestra fe, en la misma Persona de Jesús que, da respuesta a todo lo que vive el hombre. “Si oímos de guerras y revoluciones: no temáis porque todavía no es el final”. “Yo he vencido al mundo y esto, tiene que suceder primero”. Porque también nos dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Tenemos que pedir al Espíritu Santo, unos ojos bañados de gracia para saber discernir “los signos de los tiempos”. Una visión sesgada de los acontecimientos, no nos dará la razón última de lo que está sucediendo en el mundo que, parece se halla en manos de unos cuantos poderosos que, no van a favor de los planes de“el Señor de la historia ”, Jesucristo, el Señor de todo que, contempla nuestros “poderíos” como una paja que arrebata el viento o un fuego que todo lo arrasa y no deja un solo signo de vida. Dios es Dios y todo lo ve y lo contempla, en su Providencia. Porque, éste, es el tiempo de decidirnos a favor de Él, o a favor del mundo.

¡Señor, haznos sabios con tu gracia y con ella hablaremos palabras de sabiduría y esperanza para nosotros y nuestros hermanos! ¡Qué así sea, por tu misericordia! ¡Amén! ¡Amén!

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