EL REINO DE LOS CIELOS ESTÁ ESCONDIDO

44 « El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a  esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. » 

45 « También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, 

46 y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. 

47 « También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; 

48 y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. 

49 Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos 

50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. 

51 « ¿Habéis entendido todo esto? » Dícenle: «Sí.» 

52 Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt. 13, 44-52) 

 

“Es verdad, Tú eres un Dios escondido… el Salvador”, que dice un salmo muy acertadamente. También los santos y místicos hicieron experiencia de esto: “¿A dónde te escondiste amado y me dejaste con gemido?Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eras ido”. Porque, el esconderse es una acción divina que Él eligió para revelarse a nosotros. ¿O, no se escondió Jesús, una vez muerto, durante tres días, en un sepulcro oscuro y sin vida? Pero, de este lugar inhóspito, quiso Dios que surgiera la Vida. Masno cualquier vida, sino nada menos que la Vida divina. Nosotros, asombrados ante este Misterio, no sabemos dar razón de él, porque estas acciones de Dios sobrepasan nuestro entendimiento, pero no nuestro amor. Porque, sabemos que, Jesús hizo todo esto por Amor a su Padre-Dios y a nosotros que en todo dependemos de Él.

Por esto, no nos extraña cuando San Pablo dice a sus fieles: “aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra, pues vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Hay una relación estrecha entre el deseo de los bienes de arriba y el esconderse con Cristo, que es ese “tesoro” y esa “piedra preciosa”. Pues, en la Palabra de Dios, Él nos habla de que, al encontrarlos, no podemos menos de menospreciar todo lo que me ofrece el mundo y lanzarme aprisa: “Y, va a vender todos estos bienes para hacerse con el tesoro”, porque todo lo suyo lo vende por Cristo. Y, cuando entra en posesión de Él, entonces, puede descansar, porque su vida está asegurada en este “vivir con Cristo y para Cristo”.

¡Qué gracia tan grande es toparnos un día con “este tesoro”! ¡Sólo Dios, en su infinita misericordia, puede ponérnoslo ante los ojos! Y, lo nuestro, será siempre acogerlo y vivir en continua acción de gracias... Y, si todavía no lo hemos encontrado, oremos y pidamos con confianza, porque Él está deseando y tiene también prisa por manifestársenos. Jesús desea llevar consigo muchos hijos a la Gloria. Es la súplica que hizo a su Padre antes de morir: “Que donde estoy Yo, estén también ellos para que contemplen mi Gloria, la que Tú me diste”.

Y les propone, asimismo, otra parábola del Reino. Y la entienden bien, porque les habla de su tarea habitual: echar la red en el mar y pescar toda clase de peces. Dios, en el mundo, esparció la red de su Palabra a todoslos pueblos y a todos los hombres. Pero, mientras unos acogieron la Palabra, otros no quisieron escucharla,obedeciendo a Dios. Juntos, malos y buenos, están en la red, a nadie se le ha negado la entrada en el Reino de los Cielos. Pero, en la selección final, sólo entrarán en él los peces buenos, y los malos serán echados fuera.

Esta enseñanza de Jesús nos está invitando a la conversión, porque, ésta es tarea de toda la vida y para esto se nos invita a la vigilancia, a la oración a Dios, pidiendo con confianza que “no nos deje caer en la tentación y nos libre del Maligno”. 

¡Señor, cuídanos en el camino de la vida, manifiéstate al corazón, y la fidelidad a Ti nos será una tarea grata y feliz, porque “andaremos de baluarte en baluarte, hasta verte cara a cara en tu Reino!” ¡Qué así sea, Señory mi Dios! ¡Amén!

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