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PADRE MÍO Y NUESTRO, SEA SANTO TU NOMBRE

7 Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. 

8 No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. 

 

9 « Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; 

10 venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. 

11 Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; 

12 y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; 

13 y no nos dejes caer en tentación, mas, líbranos del mal. 

14 « Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 

15 pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. (Mt. 6, 7-15)

 

No somos seres huérfanos en este mundo. A veces, nos comportamos como si lo fuéramos. Decimos en nuestro interior: “nadie se ocupa de mí”; “mi soledad es grande”; “mis males nadie los remedia” ... Y así,podríamos seguir añadiendo quejas. ¡Pero esto que se me presenta como real y evidente, es mentira! Así nos lo insinúa el Enemigo para llevarnos a la desconfianza y si pudiera a la desesperación.

No, Jesús nos enseñó a orar a su Padre y nuestro Padre: “Padre nuestro y Padre mío”, en los momentos en los que más necesito su mano poderosa y su calor divinos. Podré dudar de mi existencia, como ser creado,pero de mi Padre- Dios, mi Creador, nunca podré dudar porque “Él, es el que es”. Todo lo demás, tiene un ser compartido porque nada ni nadie se ha dado el ser a sí mismo. Todo nos viene de Dios que, es Bueno y Poderoso y ha querido hacer partícipes de su felicidad, a muchos seres.

Jesús, nos ha hablado de este Dios inmenso en Amor que, es su Padre y nuestro Padre. Jesús, nos enseña con su vida de entrega a la voluntad del Padre, a ponernos en sus manos con infinita confianza y abandono. El,no quedó nunca defraudado, ni siquiera cuando en la cruz clamó en su dolor: “¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?!”. Esto, lo dijo, sin tiempo para nosotros, pero también, sin tiempo, clamó: “¡A tus manos encomiendo mi espíritu!”. La última palabra de Jesús en esta tierra, fue su entrega en la voluntad inescrutable y amorosa de Dios. Y, Dios, lo levantó, lo escuchó y lo acogió, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha y “le ha dado un Nombre sobre todo Nombre y ante Él, toda rodilla se dobla en el cielo, en la tierra y en los abismos para decir: ¡Jesucristo el Señor para gloria de Dios- Padre!”

Jesús, es el Santo de Dios porque, el Padre, como Hijo Divino, le ha hecho participe de toda su Santidad. Y,Jesús, en Su Palabra, nos ha revelado que, nuestro único deseo, así como el de su Corazón, es “que seamos santos, como Dios es Santo” y así glorifiquemos su Nombre, al igual que el Hijo le glorifica eternamente. Y,cuando se hizo hombre, lo glorificó con su vida y su Palabra.

¡Señor, la santidad es algo tuyo y en tu voluntad nos la has querido infundir en nuestro Bautismo!: ¡día bendito en que, nos hiciste hijos adoptivos tuyos y hermanos en el Hijo, para entrar en tu vida sobrenatural!¡Seamos siempre muy agradecidos por tan gran regalo de tu misericordia! ¡Nunca, ni por mérito propio,merecimos ser bautizados en la Trinidad Santísima! ¡Ella, es nuestro Hogar eternamente ahora en la tierra,como lo será en el cielo, el día de mi muerte!

¡Hazme Jesús digno de tan gran Padre y de tan amoroso Hermano! ¡Ellos, velan, con su Espíritu Santo, para que todas estas maravillas sean un día realidad! ¡Amén! ¡Amén!

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