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CREED EN DIOS Y CREED TAMBIÉN EN MÍ

1 « No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. 

2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 

3 Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. 

4 Y adonde yo voy sabéis el camino»

5 Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» 

6 Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. (Jn. 14, 1-6)

 

La fe en Jesús, ahuyenta de nuestro corazón toda turbación y temor. Nos lo ha dicho Jesús al final de su vida terrestre: si creemos en Él, con la misma confianza con la que nos apoyamos en su Padre-Dios, “veremos lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar, de todo lo que Dios ha preparado para los que lo aman con todo su ser y abandono en Él”. 

Y nos habla de realidades misteriosas con lenguaje humano para que, comprendamos algo de lo que gozaremos después de esta vida. Nos habla de “un lugar”, “una morada”, “un espacio” donde Jesús nos espera. Y también nos dice “por dónde” hemos de transitar para ver colmada nuestra esperanza: “el Camino es Él”. No hay otra senda, porque ¡Jesús lo es Todo!

Él ha venido y después se fue al cielo para prepararnos “una morada eterna”, donde estaremos ya siempre con Jesús, en la casa de su Padre-Dios.

¿Qué no entendemos mucho estas cosas?: es normal, porque nos han sido reveladas no para comprenderlas,sino para que creamos en ellas y nos gocemos ya, en una posesión no lejana. Y es que, nuestra vida, siempre será un soplo comparado con la vida eterna, nuestro verdadero “Hogar”, el lugar donde mora Jesús con el Padre-Dios y el Espíritu Santo. La Trinidad Santísima, será nuestro descanso eterno, por ello, ¡afanémonos ahora en este breve tiempo, en ir creciendo en la fe y en el amor a Dios y a los hermanos en Él!  

Y el cómo haremos para acercarnos a esta Meta sublime, será siempre aprendiendo de Jesús, de su vida y de sus enseñanzas. Él, nos ama, porque somos su Iglesia que fundó como ancla de salvación. Y en ella tenemos todos los elementos necesarios para ir santificándonos. Nuestra primera entrada en la Iglesia, fue por el bautismo, donde se nos regaló la fe y el don de ser hijos de Dios, junto con su gracia que, nos va a acompañar toda la vida, si la acogemos siempre, como compañera de camino. Esta, nos protege y cuida, y nos ilumina cuando la senda nos parece oscura, o cuando creamos que hemos perdido el rumbo. Él, es nuestra Luz y también nuestra Fuerza, en nuestras muchas debilidades, “porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte, en Él” ¡y no en nosotros! Pues, no se trata de que, nuestras pobrezas, se transformen en riquezas,sino que al entregárselas a Jesús, Él nos reviste de su gracia y sin saber cómo, Jesús está viviendo en nuestro ser y confiriendo a nuestras potencias, un calor y un sabor divino que, no sabemos cómo, hemos sido instruidos en la Ciencia del Amor de Dios y decimos con San Pablo: “Sí, ya no soy yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. Y mi pensar y obrar, es el pensar y las acciones de Cristo en mí y esto, porque Jesús no hizo “ascos” de mi pobreza y debilidad, sino que entró de lleno en ellas, e hizo esta obra de Amor, sólo digna de nuestro Buen Dios...

¡Seamos ávidos de esta presencia de Jesús en nosotros y no perdamos la ocasión de recibirle en la Eucaristía,donde Dios es todo nuestro, con una presencia real y amorosa! ¡Qué así se haga! ¡Amén!

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