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ÉL SÍ QUE OS BAUTIZARÁ CON ESPÍRITU SANTO Y FUEGO

10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»
11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»
12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?»
13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.»
14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.»
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»
18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva. (Lc. 3, 10-18)

Juan Bautista les asegura a las gentes que lo siguen y escuchan, que él no es el Mesías esperado y anunciado por los profetas. Él es tan sólo otro enviado de Dios, el último enviado antes del Mesías. Por esto su misión es muy humilde: él prepara el camino al Señor, invitando a la conversión, mediante un bautismo de agua, símbolo de la purificación del corazón. Y fue fiel en esta misión que Dios le había encomendado: vivió y se volcó totalmente en las expectativas que Dios tenía sobre él. Por ello, recibió de Jesús el elogio más grande que hizo a hombre alguno: “no ha nacido de mujer, uno más grande que Juan el Bautista”: Él, el más obediente a Dios, el más humilde, el mayor siervo de Jesús, el que simplemente “cumplió” y después desapareció de la vista de todos los que lo admiraban y querían...

Y él anunció, sobre todo, lo que iba a realizar el que ya estaba entre ellos, pero de momento de incógnito: Jesús… Juan Bautista, fue el que anunciaba la llegada del Espíritu Santo, primero en el seno de su madre Isabel, cuando fue visitada por su prima María. Esta llevaba en su vientre al Verbo de Dios, engendrado por el Espíritu Santo.YesteEspíritu, se derramó copiosamente en el niño que Isabel estaba gestando hacia seis meses... Y desde entonces, el Espíritu Santo acompañó a Juan toda su vida. Por esto, él no sabía otra cosa que dejarse conducir e invadir por este Espíritu de santidad... Así, pudo reconocer entre todos los penitentes, al que “tenía el Espíritu Santo sin medida”,¡y lo iba a derramar en un bautismo totalmente espiritual!...

¡Oh, qué sublime página del Evangelio, esta del encuentro del Santo de los Santos, con su siervo fiel, que vivió siempre a la zaga de este “ver al Mesías con sus propios ojos”!... Pero todo este Misterio de Amor y Bondad de Dios, no fue percibido por criatura alguna sobre la tierra... Dios se reservó la gloria que redundó en alabanza suya y santifico a Juan, viviendo todavía en la tierra...

¡Oh, si pudiéramos rumiar y dar vueltas en nuestro corazón a todos estas Maravillas de vida y gracia!... ¡Cómo sería este primer encuentro de Jesús con Juan!... ¡Cómo latería su corazón al derramar agua sobre la cabeza del que era “el Agua viva”!... ¡Él, que no necesitaba purificación alguna!... ¡El Señor y Dios que se pone a los pies de Juan como un pecador más!... ¡Juan no entiende, pero obedece a la Palabra de Jesús, porque ha aprendido de Él a ser más humilde y más obediente!: “¡no es digno ni de desatarle la correa de sus sandalias!”, oficio éste de esclavos...

¡Aprendamos de Juan Bautista todas estas cosas, para ser santos ante Dios!...

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