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NO LLEVÉIS NADA PARA EL CAMINO

1 Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; 

2 y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. 

3 Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. 

4 Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. 

5 En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.» 

6 Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes. (Lc. 9,1-6)

 

Para la misión que Jesús encomienda a sus discípulos les da unas instrucciones muy precisas y unos poderes que no son los que el mundo conoce y negocia con ellos... El mensaje de Jesús es totalmente inédito y original: ¡Toda su fuerza reside en su testimonio de pobreza que exige a los suyos!...

Nada de “defensa personal” ante cualquier agresión: “Si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra”...Por esto, fuera el bastón para el contraataque… Pero el discípulo de Jesús,no está inerme ante los poderes del mundo pues:“Ya sabe vuestro Padre celestial lo que os hace falta, antes de que se lo pidáis… Vosotros, buscad el Reino de Dios... Y los demás se os dará por añadidura” ...

Y para viajar “con lo puesto”, como dice la voz del pueblo: Ni alforja, (ni maleta diríamos hoy), ¡ni dinero!... ¡Esto es hoy impensable!... ¡Ni pan, ni dos túnicas! (costumbre ésta de gente acomodada)... ¡Sólo la Palabra de Dios viva en los labios, para enardecer los corazones y llevarlos al amor de Dios!... Fiados de la Providencia en todo, “pues el trabajo que Dios quiere de nosotros es que tengamos una fe tan viva en Jesús”, que sólo sea su Palabra nuestro alimento y sustento en todo...

Pero Jesús primero nos ofrece obras maravillosas, antes de predicarnos, por amor, tal desprendimiento: con nuestra Palabra, expulsaremos todo demonio que puede tener encadenado a muchos hombres; con la bendición de nuestras manos, haremos desaparecer cualquier enfermedad y dolencia; con nuestra persona y palabra, hechos poder de Dios, devolveremos la paz a los espíritus atribulados que viven entre zozobras y miedos: “nada ni nadie nos podrá apartar del Amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro”... Todo este cúmulo de tesoros dejarán los cuerpos y las almas de los hombres invadidos de la gracia y la divinidad de Jesús... ¡Que, para esto, se ha hecho carne y un Hombre, el Verbo de Dios: todo Dios que habita una Luz inaccesible, se hace Luz de Luz para nosotros, pobres criaturas, ¡muy amadas de su corazón!...

Pero habrá hombres y pueblos que, aun recibiendo tantos dones de Dios, no quieran acoger a estos siervos de Dios y hasta los perseguirán y echarán de su presencia... Y el Apóstol nos insta todavía: “reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir”... ¡Es así nuestro “Dios con nosotros”, ¡pecadores!… ¿Cómo no habíamos de imitarle en toda nuestra conducta?... Pero, si en cambio ellos “no nos escuchan, entonces sacudamos el polvo de nuestros pies para que nada de su infidelidad se nos haya pegado”... ¡Pero aún así, diremos a voces!: “¡El Reino de Dios está cerca!”...

¡Señor, danos esta perseverancia en llevar la Buena Nueva a todos los hombres!... ¡Que nada ni nadie nos echa para atrás, pues “Tú estás con nosotros hasta el fin del mundo”! ...

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