DOMINGO DESPUES DE EPIFANIA

CICLOS A, B y C

-BAUTISMO DEL SEÑOR-

 

 

Is. 42, 1-4.6-7

1 He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones.

2 No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz.

3 Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia;

4 no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas.

6 Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,

7 para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.

-     Este es el primero de los cuatro “Cantos del Siervo” (42, 1-4) (5-9); (49, 1-6) (50, 4-9)(10-11); (52, 13-53, 12) que nos presentan a un perfecto discípulo de Jahvé (del Jahvé que reúne a su pueblo y es luz de las naciones) que predica la verdadera fe, que expía con su muerte los pecados del pueblo y es glorificado por Dios. Algunos ponen fin a este primer canto en el versículo 7, otros en el 4.

-     En este poema el Siervo se presenta como un profeta objeto de una misión  y de una predestinación divina (v. 6.4). Está animado por el Espíritu (v. 1) para enseñar a toda la tierra (v. 1.3) con discreción y firmeza (v. 2-4) a pesar de las oposiciones. Pero su misión rebasa la de los demás profetas, pues él mismo es alianza y luz (v. 6) y lleva a cabo una obra de liberación y salvación (v. 7)

(v. 1)        -    A  la  lección  del  Siervo  acompaña  una  efusión del Espíritu  como  en  el  caso  de  los  jefes

(v. 3-4)          carismáticos de los tiempos antiguos, los Jueces (Ju. 3, 10) y los primeros reyes: Saúl (I Sam. 9, 17; 10, 9-10) y David (I Sam. 16, 12-13) = (Is. 11, 1-2)

                 -    El relato del Bautismo de Jesús (Mt. 3, 16-17) asocia a la venida del Espíritu una cita que combina este versículo y (Sal. 2, 7), y los versículos 1-4 son aplicados a Jesús por Mateo (12, 17-21), son paralelos de este versículo1.

(v. 6-7)     -    “Yo, Jahvé, te he formado”. Término idéntico al utilizado en (Gn. 2, 7) para describir a Jahvé “modelando” al primer hombre.

                 -    Este texto se cumple plenamente en Jesús, el Mesías, que ha curado toda dolencia y enfermedad, enderezando lo “torcido” (Jn. 8, 12; 8, 32). Jesús es luz para los que no ven sentido. El modo del Siervo es suave, pero firme; no quiebra lo frágil, pero no se quiebra en su misión, está en todos los que sufren por la justicia.

Act. 10, 34-38

34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: « Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas,

35 sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.

36 « El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos.

37 Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo;

38 cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él.

                 -    Lucas nos propone la predicación de Pedro ante Cornelio y los suyos con una formulación sintética: los pensamientos fundamentales del kerigma de salvación, ante los oyentes no judíos. En comparación con otras predicaciones de los Apóstoles la prueba de la Sagrada Escritura pasa a segundo término. En primer término está la acción salvadora de Jesús de Nazaret y el refrendo de su misión por la manera de actuar, sobre todo por su resurrección.

(v. 34-36) -    Las palabras introductorias hacen referencia a (I Sam. 16, 7), pero en un sentido superior: en el plano de la historia de la salvación este camino está abierto a todos sin distinción ( Rm. 1, 16) y este camino es Jesús. Primero se abre a los hijos de Israel y se les anuncia “la paz” por medio de Jesucristo, la paz con Dios como la condición esencial para salvarse. Pero la obra de Jesucristo se extiende más allá de las estrechas fronteras de Israel “El es Señor de todos”. Aquí se sintetiza y patentiza el universal poder salvífico del Todopoderoso. Ante este título de Kyrios o de Dóminus, tuvieron que hacer escuchar a Cornelio y sus huéspedes romanos, con atención. Para ellos, el señorío de su César era como la síntesis del poder político y religioso.

(v. 37-38) -    El contenido del evangelio se compendia con la máxima brevedad. Pedro supone que en Cesárea se pudo tener conocimiento de lo ocurrido a Jesús (testimonio de cómo la historia de Jesús, ya durante su vida mortal, suscitó  interés  y llamó la atención) (26, 26).

                 -    Lo que Pedro pone de relieve en la actuación de Jesús, nos trae la más antigua tradición del evangelio de (Mc. 2, 22s.). El bautismo de Juan es el principio del camino salvador de Jesús. En el verbo griego “ungir” (KRIO/EKHRISEN) se contiene la raíz de la palabra “Cristo” (2, 36).

                 -    El Espíritu Santo descendió sobre Jesús al ser bautizado (Lc. 3, 22; 4, 18). El Espíritu Santo es el primer artífice de la salvación, a lo largo de los Act.

                 -    Y teniendo en cuenta a sus oyentes no judíos, Pedro afirma: “pasó haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo”. Se le muestra como Salvador del mundo, SOTER. Este título arrogante se ha conservado en monedas e inscripciones para los soberanos de entonces. Querían ser dioses y se hicieron tributar honores divinos. El mundo romano lo aplicó a los césares. Frente a ellos aparece Jesús de Nazaret, el verdadero bienhechor y el único salvador porque “Dios estaba con él

EVANGELIO CICLO A

Mt. 3, 13-17

13 Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él.

14 Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: « Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? »

15 Jesús le respondió: « Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia. » Entonces le dejó.

16 Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él.

17 Y una voz que salía de los cielos decía: « Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. »

(v. 13-15) -    Jesús viene como uno de tantos y con la intención expresamente mencionada de “ser bautizado”. El que debía bautizar con el Espíritu Santo ¿cómo se deja ahora lavar con agua?. Son preguntas que se hicieron ya en la primitiva iglesia. En Mateo, el Bautista y Jesús, dan la respuesta en su encuentro, los demás evangelios lo pasan por alto. Juan, reconoció en seguida a Jesús y no lo dio a reconocer al pueblo. En el evangelio de Juan se describe con pormenores esta escena. El Bautista procura disuadir a Jesús con una pregunta, que es petición del bautismo en el Espíritu Santo, superior al bautismo de agua. De este modo, el tiempo antiguo, es separado del nuevo. Juan el Bautista es la línea divisoria, “el mayor de los nacidos de mujer”, pero “el más pequeño en el reino de los cielos, es mayor que él” (11, 11). Su pregunta es la consecuencia de su predicación: el que bautiza con el Espíritu Santo y fuego no tiene nada que ver con mi bautismo de penitencia. Y le contesta Jesús: Ahora nos está encomendado a los dos algo a lo que no podemos sustraernos: “toda justicia”. El camino de la verdadera vida, por el cual vino Juan Bautista (21, 32). El Mesías, toma el mismo camino, el cual le conducirá por la obediencia a la muerte (5, 20): es mortificar la propia voluntad, e identificarse profundamente con la de Dios.

(v. 16-17) -    Mateo describe este acontecimiento como una experiencia personal del Señor; la gente, parece que no nota nada (Mc. 1, 10), es algo que ocurre entre el Padre y él, un misterio dentro de la esfera divina. De nuevo se habla del “Espíritu de Dios”, el cual ya actuó en la concepción milagrosa en el seno de la Virgen (1, 18.20). Es obra del Espíritu Santo el principio de la vida y también lo es el comienzo de la actividad. El Espíritu toma posesión de él al descender “sobre él” (Is. 61, 1).

                 -    Toda misión procede de Dios, pero la realización es impulsada por su Espíritu Santo. Así es también en el Mesías.

                 -    A la señal silenciosa del Espíritu que desciende. Sobreviene la palabra del Padre que resuena desde el cielo. He aquí una revelación que quita el aliento. Dios muestra su predilección por este hombre que pasa inadvertido, “como un hombre cualquiera”. Le llama “su Hijo amado”, “el único”. Aquí vibra su amor. En el Antiguo Testamento se habla también de “hijos de Dios”, para designar especialmente a los reyes de Israel, donde recae su dominio y su gloria. El Padre designa a Jesús como su Hijo para mostrar su predilección por él: me complace todo lo que dice y hace, su vida y sus sufrimientos. La actividad que pronto empezará, lleva desde el principio el sello divino del reconocimiento. El presente, principio y fin de Jesús están sellados por la divinidad.

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