DOMINGO VI (T. Ordinario)
- JESUS CURA AL LEPROSO (EL IMPURO) -
Lv. 13, 1-2.44-46
1 Yahveh habló a Moisés y a Aarón, diciendo:
2 Cuando uno tenga en la piel de su carne tumor, erupción o mancha blancuzca brillante, y se forme en la piel de su carne como una llaga de lepra, será llevado al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes.
44 se trata de un leproso: es impuro. El sacerdote le declarará impuro; tiene lepra en la cabeza.
45 El afectado por la lepra llevará los vestidos rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá hasta el bigote e irá gritando: « ¡Impuro, impuro! »
46 Todo el tiempo que dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada.
- La noción de lepra (griego) que tenían los antiguos hebreos, abarca diversas afecciones cutáneas o superficiales a las que se equiparan también los enmohecimientos que pueden aparecer en los vestidos (47-59) o en las paredes (14, 33-53), seguramente el salitre.
- El nombre en el A.T. de lepra es en hebreo SÁRA`AT que se deriva ordinariamente de SR` (ser castigado por Dios).
- El leproso, como hoy todavía sucede en oriente, debe ser expulsado (Lv. 13, 45s.; Jb. 2, 8). El sacerdote es quien puede declarar si uno (o algo) es leproso y también quien declara la curación (Lv. 14, 1-32). Según el judaísmo posterior esta enfermedad desaparecería en la época mesiánica.
- El diagnóstico y las precauciones colectivas contra el contagio están codificadas y se confían a la decisión del sacerdote. Estas medidas prácticas, en el Jahvismo adquieren valor religioso como un discernimiento de lo “impuro” y la reintegración a la comunidad se hace con ritos equiparados al sacrificio por el pecado (14, 1-31.49-53). Designando aquí “pecado” como una oposición al poder vivificante del Dios de Israel.
I Cor. 10, 31-11.1
31 Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.
32 No deis escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios;
33 lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven.
11, 1 Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo.
(v. 31) - San Pablo hace aquí una conclusión general, no se queda en consejos de casuística práctica. Expone de nuevo toda la cuestión en su total anchura y profundidad. A propósito del tema de la comida de ciertas carnes aplica y generaliza lo que él considera esencial para un cristiano en toda clase de comidas y bebidas y en toda actividad. En ningún caso se detiene solamente en los actos religiosos pues para un cristiano todo está referido a Dios, todo sirve a su gloria, “ya coma o beba o haga cualquier cosa” y en todo debe dar gracias a la divinidad. Sentirá una alegría mucho más profunda al recordar que el destino de su vida es: dar gloria a Dios.
(v. 32) - De nuevo la advertencia de que se evite en todos los aspectos el escándalo, tomando para ello ejemplo del mismo Pablo (11, 1) a lo que añade un giro sorprendente la alusión al ejemplo de Cristo.
- Esta sentencia es tan rotunda en sí que permite una aplicación general. En ella se expone el principio de la imitación en el sentido del seguimiento y viceversa. La comunidad debe de mirarse en el espejo de la vida del Apóstol. Pablo contrapone con energía su conducta a la de ellos, en donde entran para los creyentes la audición de la palabra así como la contemplación de la existencia vivida. Ambos aspectos se iluminan igual que en Jesús (Rm. 15, 3): Cristo no se complació a sí mismo.