HOY VIVE DE CRISTO POR MEDIO DEL SALMO RESPONSORIAL

SALMO RESPONSORIAL

Día 5 de marzo, domingo I de Cuaresma, ciclo A

Salmo 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17

Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa.

Lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado.

Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;

No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites su santo Espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.

Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Este domingo tenemos como respuesta a la primera lectura uno de los salmos más conocidos y significativos del salterio, el salmo “miserere”, primera palabra del mismo: misericordia, en latín, es como lo conocemos los religiosos en general

En la primera lectura se nos ha proclamado parte del relato de la tentación y del primer pecado. El Génesis nos recuerda que somos criaturas de Dios, no dioses. Y que el diablo manipula la información que recibe en el diálogo tentador, por eso siempre, en la vida espiritual, es necesario no dialogar con la tentación. Nos envuelve, como hizo con los primeros padres; querían ser como Dios en el conocimiento del bien y del mal, representado en comer del fruto del único árbol del que Dios les prohibió comer. Dios ve el corazón, nosotros sólo vemos las apariencias y no nos contentamos con ello, querríamos ser como Dios en ese conocimiento.

Respondemos cantando el salmo 50, que es la expresión poética, sincera y dolorida del reconocimiento del propio pecado. Desde la sinceridad de reconocer la culpa, el pecado contra Dios, se prepara el corazón para recibir el perdón.

Este salmo es uno de los 7 salmos penitenciales, quizás el más característico de todos ellos y el que desciende al fondo de la esencia trascendente del pecado. Es un salmo de súplica individual; la súplica de un hombre que, consciente de su culpa, suplica a la misericordia divina, el perdón. El salmo expresa la lamentación de quien sufre del mal mismo de la culpa reconocida. Para el autor el peso de la culpa es un yugo que ya no puede soportar y espera que Dios le perdone, lo libre, lo  renueve…piensa que así recobrará la paz, si Dios  hace de él una criatura nueva, por el perdón que lo dejará limpio. Así debieron sentirse los primeros padres al recapacitar y darse cuenta de que habían hecho lo que Dios les prohibió. Le fallaron y se escondían de El.

Aproximadamente un tercio de los salmos son de lamentación o súplica, individual o colectiva. Casi todos están atribuidos en su título a David, lo que no quiere decir que sea él el autor de todos ellos.

Estos salmos, que comienzan con la invocación a Dios, suelen tener como primera palabra el nombre de Yahvé; esto permite al salmista entrar en contacto con Dios, iniciar su oración, continuando seguidamente con la exposición ante El, de una necesidad concreta que le aflige y le hace lamentarse de esa situación, por lo que va describiendo con detalles vivos la situación dolorosa suya o de todo el pueblo, para mover a compasión a Dios en su favor. En este salmo apreciamos un rico vocabulario sobre los dos conceptos principales de su necesidad: quedar libre del pecado y recibir gracia. El salmista quiere exponer todos los lados del pecado y usa sinónimos como iniquidad, delito, maldad;  también quiere abarcar todos los medios del perdón: borrar, lavar, purificar, gracia.

La parte central la constituye la súplica, que suele hacerse con gran familiaridad y espontaneidad. Habla el salmista con Dios y ruega ser atendido, pasa a pedirle la ayuda conveniente en esa necesidad concreta que le ha expuesto. Pero en este salmo 50, vemos que no hay una situación concreta de necesidad, sino que lo que necesita el autor es quitarse el peso de la culpa reconocida ante Dios. Israel sabe orar y confía en la cercanía de Dios; por esta cercanía, que es su misericordia a lo largo de toda la historia del pueblo, confía que El obrará en su favor. Y anuncia que el hombre perdonado es como una nueva creación.

Sigue una parte en la que se enumeran los motivos por los que el salmista cree tener derecho a ser escuchado y atendido. Suelen ser atributos de Dios mismo, que es liberador, salvador, que siempre ha obrado a favor de su pueblo, o le recuerda la fidelidad a la alianza… para añadir a veces motivos personales del autor que apoyarán la petición, como ayuno, mortificación o la debilidad del hombre presentada como disculpa ante el Creador, que le conoce bien. También la propia confianza, por la que el justo que espera en Dios, no puede quedar confundido o defraudado.

En este salmo lo que se ofrece es un corazón dolorido por el reconocimiento de la culpa; la sinceridad de la confesión es lo que más agrada a Dios, ya que en esta sinceridad radica la humildad, y prepara el corazón ablandándolo y dejándolo moldeable a la acción de Dios. El autor es consciente de su culpabilidad, es sincero y Dios ama la rectitud de corazón, la sinceridad, la verdad, y esto le conmueve.

Muy apropiado, pues, para comenzar la Cuaresma, este tiempo especial de renovación y de renacimiento, de primavera espiritual, junto con la primavera climatológica que ya se anuncia. Todo vuelve a resurgir, en el campo: de las semillas enterradas empieza a salir la hierba, de las ramas aparentemente secas, brotan yemas, hojas, flores, vida pujante; de nuestro corazón, Dios nos invita a que surjan los deseos que el Sol, Jesucristo, y la lluvia de su Espíritu vayan transformándolo en frutos de vida.  Dios quiere tenernos cerca, aunque respeta nuestra elección.

Nosotros actualmente entendemos la “tentación” como sentir interiormente la inclinación al mal, la atracción de la sensualidad y del egoísmo, pero para el N.T. tentación coincidía con ser probados, ser puestos a prueba, lo que le ocurre a Jesús en el episodio del Evangelio que hemos escuchado. Jesús es puesto a prueba con falsos modelos de mesianismo; el diablo busca inducir a duda y confusión, pero Jesús lo tenía muy claro. Cuaresma es tener en el centro de nuestra vida la Voluntad de Dios, del Padre que nos ama, sean como sean las circunstancias.  

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