HOY VIVE DE CRISTO POR MEDIO DEL SALMO RESPONSORIAL

SALMO RESPONSORIAL

Día 19 de febrero, domingo VII del Tiempo Ordinario, ciclo A
Salmo 102, 3-4. 8.10. 12-13

El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
El rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas.
Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos;
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

En la primera lectura nos han proclamado un texto del Levítico, que contiene las leyes de santidad del Santuario; para acercarse al servicio del Señor, hay que ser santos, porque Él es santo. San Pablo nos dice que ese santuario, ese templo somos nosotros. El Espíritu de Dios habita en nosotros, esto es lo más grande por eso somos su templo. Jesús en el Evangelio sigue afinando; esas leyes tan estrictas de los fariseos, se perfilan cuando se vive el amor. “Sed como vuestro Padre celestial…”

Respondemos con el salmo 102. Este salmo es un canto de alabanza al Dios justo y misericordioso, que prolonga su perdón y sus favores sobre los que le temen por todos los tiempos y en todos los espacios. La justicia de Dios es compasión hacia sus queridos hijos.

Entre todos los atributos divinos, en este salmo destaca el Amor. El amor es el motivo por el que Dios nos perdona los pecados, nos concede todos sus bienes. El amor mueve su providencia.

El salmista habla por sí, pero también se hace eco de todos los justos y de los oprimidos, a los que alcanza el mismo amor. Busca analogías para expresar la grandeza del amor de Dios: lo compara con medidas espaciales o con el amor de un padre bueno para con su hijo, así expresa la ternura del mismo. Para alcanzar a agradecer y alabar este gran don, pide a los ángeles que se sumen a su alabanza y a toda la creación. Da gracias por los favores personales que ha recibido, que los reconoce, y por los favores del pueblo tanto en el pasado como en el presente.

El himno comienza con una auto-invitación a la alabanza interior. El alma es la expresión de toda la persona y empieza y termina igual. El motivo de este auto-requerimiento a alabar a Dios, es su propia experiencia de perdón y curación. El pecado se inserta en el dominio de la muerte, y el perdón lleva a la vida con la curación, que es salvación. Siente que su vida está rescatada de la fosa.

Colma de bienes su existencia, y con la agilidad del águila renueva la propia existencia. El autor no ve solo beneficios personales, sino que salta a la historia de su pueblo y recuerda los prodigios hechos por medio de Moisés a favor del pueblo, dejando testimonio de su misericordia y compasión. Aunque las obras del pueblo tentaron a Dios, Dios dio muestras de ser compasivo y misericordioso hasta el máximo, y hace mención de comparaciones para medir el amor de Dios por su pueblo. Todo es menos que la misericordia y la compasión de Dios. No puede explicarlo más que con una ilimitada comprensión, porque Dios conoce la condición caduca y frágil del hombre que es como una flor que se agosta. Esto le mueve a Dios a ser más misericordioso. Cuanto más pequeño es el hombre más grande aparece el amor de Dios; En los versículos 20-22, que no cantamos este domingo, incorpora a su alabanza a todas las criaturas porque sólo no puede cantar la grandeza del Amor de Dios. Y de nuevo se exhortar a sí mismo a la alabanza al Señor desde lo más interior, desde su alma.

Tenemos pues, que la auto-invitación a la alabanza condujo al salmista a meditar en su propia experiencia, y su experiencia se amplió con la historia de su pueblo, y comprendió la gran misericordia y compasión de Dios para con todos; por esto incorpora a todas las criaturas a su alabanza: ángeles, astros, elementos naturales, todos juntos alaban a Dios y vuelve al inicio, a alentarse para alabarle desde lo profundo de su alma. Todo un programa para nosotros que a veces estamos perdidos en cómo orar.

Dios nos pide que seamos como El, porque nos ama, y el amor quiere iguales; para nosotros es imposible hacernos igual a Dios para hacerle llegar nuestro amor, así que El se ha hecho uno de los nuestros. En Jesucristo, se ha hecho semejante en todo a nosotros, menos en el pecado. Y como El y con El, con su Espíritu que habita en nosotros “amamos a nuestros enemigos”, oramos por los que nos persiguen y calumnian, hacemos el bien a quienes nos aborrecen y seremos como nuestro Padre, compasivos y misericordiosos, que no nos trata como merecen nuestros pecados sino que nos perdona y cura: El siente ternura por ti.

Con estos “pero” y los del domingo pasado, Jesús nos invita al paso del legalismo a la ley del amor, que es el escándalo evangélico que en nada se parece al humano porque llena de libertad y paz.

Jesús nos habla de cómo comportarnos con un enemigo; lo primero que necesitamos es conocerlo lúcidamente, localizarlo y reconocer el campo enemigo, porque el amor cristiano ha de llegar hasta el territorio enemigo, no puede quedarse en el prójimo próximo. Cuando me reconozco desanimado, que no puedo, que es demasiado… es el momento de mirar la Cruz y entonces caigo en la cuenta de que a través de la Cruz, entró en el mundo una posibilidad infinita de reconciliación. El otro, el enemigo es un hermano de sangre, (la Sangre de Jesús); por eso es posible siempre restablecer la relación fraterna.

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