HOY VIVE DE CRISTO POR MEDIO DEL SALMO RESPONSORIAL

Queremos vivir de Cristo, hoy de la mano de sor María Jesús, por medio del salmo responsorial. ¡Feliz día!

SALMO RESPONSORIAL

Día 9 de octubre, domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, ciclo C
Salmo 97 (98)

El Señor revela a las naciones su justicia


Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo;
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad a favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado, la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.

El salmo de hoy responde a un pasaje muy elocuente e instructivo, que convendría que lo leyéramos a lo largo de esta semana, ya que en la liturgia eucarística se omiten algunos versículos. Se trata de la curación de un general del ejército sirio, enemigo de Israel, por intercesión del profeta del pueblo de Israel, al que fue enviado por información de una esclava israelita cogida en una de las incursiones del ejército. Este extranjero y enemigo es agraciado con la curación de la lepra por Dios mediante la fe, tanto de la criada como del general y sobre todo del profeta Eliseo que le pidió una aportación de confianza, ya que le mandó a bañarse en el rio siete veces. Lo hizo a regañadientes, pero cuando constató su curación volvió a la presencia del profeta para darle las gracias. E hizo una profesión de fe: “ahora reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel”.

Cantamos un Himno de alabanza y reconocimiento a Dios, Rey del universo. Todo le está sometido porque todo es suyo. Es el creador de todo y de todos. En este canto reconocemos que Dios hace maravillas, porque tiene en cuenta su misericordia y su fidelidad, principales atributos de Dios que cantan tantos salmos, Y por esto obra a favor de su pueblo, aunque es Dios de todas las naciones, y de toda la creación. Por esto cura a un extranjero, y por esto limpia de la lepra y hace que la piel le quede nueva, como la de un niño recién nacido.

El versículo que repetimos: “El Señor revela a las naciones su justicia” podríamos dejarlo en “el Señor revela a las naciones su santidad”, que en el lenguaje del Antiguo Testamento son sinónimos. Justicia y Santidad. Dios revela su justicia que es misericordia, y su santidad que le “obliga” a actuar siempre a favor de sus criaturas porque nos ama.

Este salmo, por tanto, es un himno de alabanza y gratitud, a la inauguración del orden justo, que comienza con la entrada de Yahveh como Rey del universo. Tiene un trasfondo profético que es la visión del reinado universal y exclusivo de Dios, que se está dando en porciones, pero que esperamos en plenitud. Refleja el movimiento de la venida triunfal de Dios, y la emoción o emociones que con este motivo embargan al mundo, el gozo y la alegría de ver triunfar el orden justo en el escenario de Israel. Por tanto este salmo celebra el reino de Dios.

Al comienzo se invita a celebrar estas maravillas de Dios, que son las obras con su pueblo y con todas las naciones. Con los versículos del 1 al 3 aparece el alcance de este obrar. Dios sólo tiene poder. Su diestra le da la victoria a favor de Israel, que es el primero que se beneficia; pero desde Israel, a todas las naciones, a todas las gentes, que ven las victorias salvadoras de Dios. Toda la tierra es llamada a celebrar al Dios del universo. Y el autor habla en nombre de este universo y prorrumpe en cantos y aclamaciones a Dios como Rey.

Todo el salmo puede haber sido compuesto para alguna fiesta litúrgica o de entronización de un rey, pero el salmista pone cualidades humanas a todos los elementos de la naturaleza para que se añadan a la fiesta: Son llamados los mares, los ríos, los montes… y con sentimientos humanos expresan la emoción y celebran a Dios como Rey de toda la tierra; lo mismo la parte humana que la naturaleza se expresan con idénticas experiencias delante de la santidad salvadora de Dios. Pero sobre todo nos impulsa a reconocer las obras de Dios en nosotros, en los demás, en la naturaleza y a agradecerlo.

También el Evangelio nos narra diez prodigiosas curaciones de leprosos que por la necesidad de ser curados, no tienen en cuenta las diferencias religiosas entre ellos ni con Jesús; Hay en efecto un samaritano. Acuden confiados en el poder que oyen que Jesús tiene y son todos curados mientras van de camino… todos siguen su itinerario, sólo uno vuelve a dar gracias a Jesús y a cantar a Dios, seguramente con alguno de los salmos de alabanza y acción de gracias que cantamos nosotros, y que estamos viendo cómo eran usados por los fieles en sus oraciones.

¡Qué importante es ser agradecidos! No podemos decir que no tenemos palabras. Dios mismo nos da palabras de alabanza y agradecimiento para decirle. Nosotros tenemos que poner el reconocimiento y rendimiento de nuestro corazón: LA FE, porque tener fe a veces lo relacionamos con unas cuantas verdades o doctrinas que tenemos que admitir, pero esto no es correcto. Creer es adherirse a otro. Es fiarse de otro y de lo que este otro nos dice, por quién es o por de quien lo dice. Repasemos el episodio de la curación de Naamán, el sirio, de los 10 leprosos. Tener fe, en definitiva es experimentar que somos amados, y que este amor nos sana, nos transforma, nos renueva.

San Pablo nos asegura: “si somos infieles, El permanece fiel” Él tiene fe en nosotros, nos ama, confía en que volvamos a Él, nos espera siempre. Él es fiel y “si perseveramos con El, reinaremos con El”.

Hoy la Palabra de Dios nos invita a reconocer todas las curaciones físicas y espirituales que hemos recibido o que estamos recibiendo. Hoy la Palabra nos invita a alegrarnos porque esperamos que Dios reine como Rey único sobre toda la tierra, sobre nosotros y nuestras cosas.

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