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MARTA Y MARÍA

38 Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa.

39 Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra,
40 mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: « Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude. »
41 Le respondió el Señor: « Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas;
42 y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada». (Lc. 10, 38-42)

Marta y María, dos amigas de Jesús a quienes se las ha presentado siempre como el paradigma de la vida activa y de la vida contemplativa y desde los comentarios de los Santos Padres, hasta se las ha contrapuesto, absolutizando una u otra. Pero hay que atenerse a las palabras de Jesús, que como siempre, son muy claras:

Hay dos tareas en la vida que ocupan al hombre: las cosas de este mundo y las cosas del Reino de Dios. Las dos atraen el tiempo y la actividad, pero las primeras le son compensatoria al ser humano porque en ellas, su “yo” se realiza, se siente ser “alguien”, capaz por sí mismo de muchas cosas… le atraen…; mientras que ocuparse de las cosas del Reino, es estar pendiente de “Otro”, descubrir sus intereses, sus deseos…

Reconocemos que para entrar en este camino, uno ha tenido que haberse sentido “seducido”, “embrujado” por el Otro, con tanta fuerza, que las cosas de uno se aprecian como minúsculas e insignificante…, y acabamos siempre en lo mismo: la iniciativa para cualquier cosa buena, parte siempre de Dios. Lo nuestro es dejarnos arrastrar por ella, porque en realidad contiene dentro de sí una belleza y unos tesoros que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre pudo pensar”.

Pero estas gracias hay que desearlas, aunque todavía esto es también don; pero Dios no lo niega a nadie, siempre se hace el encontradizo… Todos llevamos en el corazón una cabida inmensa de ser contemplativos de Dios. No ahoguemos con nuestros “tesoritos” este vacío divino que desea insaciablemente, ser llenado…

Haznos, Señor, hombres y mujeres orantes, adoradores de tu misterio, que aprendemos a sentarnos a tus pies y escucharte…

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