DICHOSA TU QUE ESCUCHAS, ELOGIO DE MARIA

27 Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: « ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron! »

28 Pero él dijo: « Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan. » (Lc. 11, 27-28)

La maternidad es un don. Pero ni es el mejor ni el alabado por Jesús, que lo pone detrás de la escucha a su Buena Nueva, el Amor al Padre. La crianza de los hijos es un asunto que pasa a segundo plano. Y, sin embargo, entre la gente sencilla, este negocio de entregarse a los hijos es lo primero y el no poder ejercerlo ha sido siempre una gran humillación, en todas las civilizaciones…

Y Jesús nos habla de otras realidades, que al no habernos sido reveladas, nadie se habría atrevido a formularlas: escuchar a Dios y obedecerle es lo primero y lo único; lo demás, viene detrás. Es lo de “elegir la mejor parte”.

Ya en el Antiguo Testamento estaba dicho: “escucha Israel palabras de vida”. Y Jesús ahora, aclara mejor, qué tipo de escucha nos da el Reino: es una escucha llena de silencio interior para poder percibir, en lo hondo del corazón, los ecos de su voluntad…

Dios tiene para cada uno un mensaje, una palabra, un deseo que ha brotado de su amor y quiere que lo escuchemos, para ser de sus íntimos. Y una vez oído, lo sigamos con la fuerza de la obediencia a Otro, que supera todas nuestras “obediencias” que nos impone la naturaleza.

Todos estamos llamados a ser felices y en este núcleo es donde habita el gozo pleno y verdadero. Pero para llegar a este “centro”, hay que dar de lado a todos los reclamos que sentimos en nuestra vida, ¡que son muchos!...

¡Dios mío, danos la capacidad y la atención activa para escucharte y obedecerte!