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EL PAN EUCARISTICO 2,

44 « Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.

45 Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;
50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. » (Jn. 6, 44-51)

Jesús, en su discurso de “el Pan de vida”, les ha hablado a sus discípulos de que han de creer en Él. Pero este don de la fe en su persona, es sólo dado por el Padre a quienes Él ha instruido por dentro. Sólo aquellos que el Padre ha enseñado que Jesús es su Hijo Amado, creen en Él. A los demás, esta propuesta de Jesús, les parece un escándalo y una locura, que atenta contra su razón.

Los judíos quieren un Mesías a su medida y todo lo que se salga de sus deseos de bienestar y poder, todo lo que les sorprenda, no lo aceptan. Así, su Dios es también a su medida. Pero las palabras de Jesús, van más allá de toda razón porque son Palabra de Dios y ésta no la puede abarcar el hombre y menos manipular o razonar.

Dios es Dios y no hombre y Jesús es Hijo de Dios y ha oído la Palabra de Dios, Él es su Palabra. Él es “el ÚNICO que ha visto al Padre” en el cielo, porque Jesús ha venido del cielo y es el Único que nos puede hablar palabras de vida eterna. Por ello, si nos dice: “yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” y “el que come de este pan, que es mi Cuerpo, vivirá para siempre”, tenemos que acoger esta palabra en una profunda adoración y acción de gracias. Y esto, no porque entendamos algo, como los discípulos que le dijeron a Jesús en una ocasión “ahora hablas claro”. No, Jesús no trata de hablarnos claro, sino que lo que quiere es que acojamos esta Palabra como María que “todo lo guardaba de su corazón y lo meditaba”, para creer cada vez más en Jesús y amarlo, porque siendo Dios nos ha revelado todos los misterios del Padre para que nos alimentemos de ellos.

¡Que condescendencia hacia sus pequeñas criaturas, que Él mismo se ha creado, por eso son suyas!... Comer su Carne y beber su Sangre, es el tesoro de la Revelación, que Dios ha reservado para los últimos tiempos. Después de esto ya no tiene nada más que revelarnos. Por tanto, no nos quedemos pasmados mirando al cielo, sino tomemos con Amor a este Dios, que en Jesús se nos hace tan asequible y cercano, y alimentemos nuestra vida con este Pan mientras dura este hoy. Porque “mañana”, comeremos y beberemos a la mesa con Jesús en el reino de los cielos.

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