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MISIÓN DE LOS DISCÍPULOS

7 Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca.

8 Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.
9 No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas;
10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento.
11 « En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis.
12 Al entrar en la casa, saludadla.
13 Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros.
14 Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies.
15 Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad.

Cuando Jesús nació en nuestra tierra, el Reino de Dios irrumpió en ella, porque el Reino de Dios es Él mismo. Pero estaba escondido, no se manifestaba a los hombres.

En Nazaret era un hombre cualquiera, ni sus parientes sospecharon que el Hijo de Dios vivía entre ellos. Treinta años estuvo ignorado y desconocido. Y en la edad que Dios designó “plenitud de los tiempos”, Jesús se manifestó, primero como el Mesías, y poco a poco como el Hijo de Dios, pues lo era: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”, conviviendo con vosotros.

Y mirad los signos: Yo doy mi poder a los hombres para sanar, resucitar, limpiar y echar espíritus malos. Todo esto es que ha entrado el Reino de Dios en la tierra de los hombres. Porque Dios es bueno y hace todo bien: “reparte dones a los hombres” para decirles que son amados mucho por Él, que no se cansa de regalarnos y bendecirnos.

Y todo es gratuito, pues no hemos hecho nada que merezcamos tales dádivas. Y “gratuito” nos suena a nuestro orgullo, devaluado. Preferimos: “Yo lo merezco, me lo he ganado a fuerza de puños”. Y entonces todos lo añoran… Pero en Dios las cosas son al revés. Ante Él no merecemos nada. No hemos hecho, ni podemos hacer algo, ante lo que El nos diga: “este hombre ha hecho cosas dignas y tengo que premiarle”…Dios es Dios y nosotros unos pobres siervos que gozan recibiendo del Señor todo su Amor y benevolencia.

Seamos agradecidos, y deseemos ser sus hijos, que son felices porque lo son.

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