NO JUZGAR
1 « No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.
3 ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?
4 ¿O cómo vas a decir a tu hermano: "Deja que te saque la brizna del ojo", teniendo la viga en el tuyo?
5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano. (Mt. 7, 1-5)
Qué difícil es, Señor, ver lo que hacen los hermanos y no poner la palabra y menos el pensamiento en sus cosas, ya que detrás del pensamiento viene el juicio y ¿quién soy yo para jugar al prójimo? Ni siquiera Jesús ha venido a juzgar sino a salvar y yo me comporto como si fuera más que Dios…
¿Quién me ha dado ese prurito de juzgar al prójimo?: el pecado que habita en mí... Sólo la gracia, por nuestro Señor Jesucristo, será quien me libere de este hábito libertino y pecador…
Suspender el juicio es el hábito saludable para el hábito malo. Toda la fuerza que poseo para mirar afuera, la he de usar para mirar adentro: examinaré mi conciencia a la luz de Dios y veré notoriamente que con tantas “vigas” en mi ojo no tengo tiempo, ni fuerza, ni ganas de hurgar las “pajitas” de mi hermano…
Cuenta un Padre del desierto acerca de la crítica que cuando la matanza de los primogénito en Egipto, en cada casa había un muerto para llorar, como para estar preocupado en mirar muertos ajenos…, es un ejemplo que me ayuda y vale y aun así soy olvidadiza y floja. Por ello, te pido Señor que me libres de los juicios…
¿Y cuando un hermano me hace daño en el trato y demás?: pues inspírame un juicio atenuante que sale siempre de tu misericordia y te ofreceré esta “perla” en silencio y oraré por ese hermano…