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LA FAMILIA DE JESÚS LE CREE LOCO.

20 Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer.

21 Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: « Está fuera de sí. »
(Mc. 3, 20-21)

Cuando Jesús comienza a predicar no consultó esto con sus parientes, ni con los vecinos de Nazaret, donde se había desarrollado su vida durante 30 años. Este hecho insólito para ellos les llena de estupor y acuden a la casa donde se reunió mucha gente, con la intención de llevárselo, pues se decían: “se ha vuelto loco”. No creían en Él.

Mientras vivió en Nazaret nunca dio qué hablar, pues siempre se comportó como un simple carpintero, igual que su padre José. Y ahora, que de repente salga del anonimato y se ponga a predicar y a hacer milagros, eso no les cabe en la cabeza. Pero Jesús ya había advertido: “nadie es profeta en su tierra”.

Los extraños le escuchan y creer en Él. Pero los de su casa se escandalizan y le quieren reducir al silencio. Y también lo consignó San Juan en su Evangelio: “vino a su casa y los suyo no lo recibieron”… Pero Jesús no ha venido al mundo para agradar a los hombres, sino para salvarlos. El Padre le empuja a esta misión, porque quiere que su Hijo querido dé a conocer el Amor del Padre.

Los que creen en Jesús reciben la salvación de su cuerpo y de su espíritu y la promesa de alcanzar la vida eterna. Y en esta encomienda, Jesús se compromete con todo su ser, humano y divino, hasta dar su vida por los que ama.

Este Evangelio nos tiene que cuestionar mucho. Nosotros, que estamos cerca de Jesús, que somos como “sus parientes”. Y es que nuestro continuo trato con Él, nos puede hacer perder el sentido del misterio que rodea la persona de Jesús. Él es hombre como nosotros, pero también es Dios y dijo en su Palabra: “mi gloria no la cedo a otro”. Nosotros conocemos a Jesús, pero es más lo que ignoramos de Él. Porque ¿qué sabemos nosotros del cielo y de Reino de Dios? Sólo el amor y la fe, con un gran donde temor de Dios, nos puede abrir un poco las puertas del misterio de Jesús, Dios y hombre.

Seamos humildes y veraces con nuestra condición de criaturas, creadas por Dios, a su imagen, sí; pero también pequeños y muy ignorantes del misterio que rodea a Dios…

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