SANTÍSIMA TRINIDAD

16 Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

17 Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron.
18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: « Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. » (Mt. 28, 16-20)

Misterio éste de la Santísima Trinidad no para entender, sino para creer y para adorar. Y mil vidas no bastarían para bendecir y alabar a Dios por su misterio Trinitario y también, misterio de Amor entre las Tres Divinas Personas.

Jesús nos lo ha revelado y no puede engañarse ni engañarnos. Dios es Dios y nosotros, junto a Él, unas insignificante criaturas que el Señor, en un derroche de generosidad excesiva, ha difundido su amor en unos seres pequeñitos que no sólo llevan la mano de su creación, sino también una chispa de divinidad que nos da la semejanza con Dios.

Y este espíritu de Dios que nos es dado a una con el Espíritu Santo, el Espíritu divino y la tercera persona de la Trinidad, testifica en nuestro interior que somos hijos de Dios. Desde lo hondo de nuestro corazón salta un agua viva que nos hace de gritar: “¡Abba, papá, Padre!”… ¿Cómo vivir todavía en el temor o en la sospecha, que son sugestiones diabólicas?. No, lo nuestro, como hijos adoptivos del Padre de Jesús, es darle gracias, alabarle, bendecirle y confiar en su protección y amor, con audacia de hijo. Él nos ha dado a su Hijo, su Hijo Único. ¿Cómo no nos lo va a dar todo con Él?...

En el bautismo recibimos a las tres divinas personas y con ellas el inmenso don de ser hijos de Dios y herederos de su gloria, como hijos adoptivos en el Hijo, que tiene la filiación por generación del Padre. Él es el verdadero Hijo, que con su Encarnación, muerte y Resurrección, nos ha merecido sentarnos junto a Él en su gloria: “Padre, quiero que donde estoy yo, estén también ellos, como Yo estoy en Ti y Tú en Mí, que ellos también sean uno en nosotros”.
Nuestra vocación, es la unidad y la santidad derramada por el que es Tres veces Santo y, como a Dios esto le pareció poco, nos dio su Espíritu, que es nuestro consolador y fuerza en este tiempo de desierto, hasta que entremos en la patria donde Jesús nos ha preparado: “lo que ni el ojo vio, ni al oído oyó, ni podemos pensar”, porque nos dará Amor, por el amor que le hemos entregado, en este tiempo, a su Cuerpo, que es la Iglesia y en ella a los miembros más necesitados…

¡Bendita sea nuestra Santa Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo!

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