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ASCENSION DEL SEÑOR

15 Y les dijo: « Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.

16 El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.
17 Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas,
18 agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien. »
19 Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.
20 Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban. (Mc. 16, 15-20)

En cuanto Jesús resucitó los apóstoles se unieron entre sí como una piña y sólo deseaban obedecer a lo que Jesús les iba a diciendo en sus sucesivas apariciones. Vivían el día a día y en un presente lleno de las sorpresas que Jesús les daba. Estaban en un continuo estupor y su docilidad a la gracia crecía por momentos. El Espíritu Santo les invadía con el amor al Maestro, ya resucitado, y su fe en Él se hacía como una roca. Su esperanza en los bienes eternos crecía, además tenían de continuo el anticipo de los mismos... ¿Cómo si no habrían podido ser después los testigos más fidedignos de los misterios de Jesús, Dios y hombre verdadero?

En este momento, ya el Señor les manda ir a proclamar el Evangelio por todo el mundo, y no han de tener miedo a nada porque la fuerza de Dios, con su Espíritu, estará siempre al lado de su predicación que será confirmada, no con la elocuencia, sino con señales y milagros que hará que los hombres crean y acojan la Buena Nueva del Evangelio: echarán los demonios de los que estén poseídos por ellos y quedarán libres para acoger y adorar a Dios; curarán toda enfermedad, y con el Espíritu Santo y la mente sana, proclamarán las maravillas de Dios. Y más cosas que desatarán las esclavitudes de los hombres y se tornarán todos en hombres nuevos. El bautismo, recibido por el Espíritu, será la señal de esta conversión a una vida espiritual. Todo volverá a ser como la primera creación hecha en gracia y simplicidad.

Y después de hablarles y fortalecerles, Jesús ascendió al cielo a la vista de ellos y se sentó a la derecha de Dios, en su gloria…

Pero no hemos quedado desamparados: en este tiempo intermedio, su Espíritu está en medio de nosotros y nos insinúa siempre cosas buenas, cosas de Dios. Es nuestro escudo y fortaleza y nos lleva de la mano hasta la verdad plena. Nos pone en el regazo de Jesús para oír de sus propios labios lo que ha oído al Padre: su Evangelio de la salvación…

Esta es la era del Espíritu con tal que lo acojamos y escuchemos lo que nos dice de continuo… Seamos dóciles y atentos discípulos del Amor de Dios y de su Palabra… ¡Que así sea!. ¡Pidámoslo con fe!...

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