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EL HIJO PRODIGO

1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle,

2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: « Este acoge a los pecadores y come con ellos. »


3 Entonces les dijo esta parábola.
11 Dijo: « Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.
13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14 « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
17 Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
20 Y, levantándose, partió hacia su padre. « Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21 El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta,
24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
25 « Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano."
28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
29 Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"
31 « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado." » (Lc. 15, 1-3, 11-32)

Esta parábola, junto con la oveja perdida y las demás que narra Lucas aquí, tienen su razón de ser en la frase: “los fariseos y escribas murmuraban de Jesús porque acogía a los pecadores y comía con ellos”. Jesús quiere manifestar la misericordia del Padre, de la que tanto habían hablado los profetas, los salmos, etc., y que ahora los celadores de la Ley la tenían olvidada. Y Jesús les dice que hay mayor alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por 99 justos que no necesitan de conversión.

Esta parábola de “El hijo prodigo” se la ha llamado “la perla del Evangelio”, porque en verdad es bella en su contenido, en su profundidad, en la expresión del relato donde parece que no se puede decir nada mejor.

Los personajes son todo un paradigma: el padre, el protagonista, de forma que alguno la titula “la parábola del padre bueno”. Dios-Padre es el que aparece aquí en verdad: guarda silencio ante el insolente reclamo de su hijo pequeño y le deja hacer como quiere. Pero en este momento de huida del hijo, Él lo arropa con su amor y protección, a distancia. Cuando vuelve arrepentido no le recrimina, sino que le abre los brazos con una fiesta grande, llena de alegría. Y por último, con el hijo mayor lo amonesta para que reflexione y le asegura de su amor incondicional: “tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo”. Estas palabras le invitan a ahuyentar la envidia y los celos por el hermano menor. Todo un encuentro de la misericordia de Dios con el pecador, tanto con el hijo malo como con el hijo envidioso.

En esta pareja de hermanos estamos representados todos cuando no reflejamos el amor y la compasión del Padre hacia el pobre pecador, extraviado del camino que lleva a la Vida. Su paciencia es infinita y siempre nos espera, aunque nuestra situación a veces parezca desesperada, como la actitud perversa e inconsciente del hermano pequeño, o la premeditada envidia del mayor. Ellos dos son personajes modelos, dónde podemos contrastar nuestro corazón y rogar a Dios que nos convierta y no permita que seamos hijos ingratos con un Padre todo bondad y ternura…

¡Señor, dame tus entrañas de compasión y misericordia para ser como este padre, todo ternura y bondad!

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