UN ENDEMONIADO

31 Bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba.

32 Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
33 Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces:
34 « ¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. »
35 Jesús entonces le conminó diciendo: « Cállate, y sal de él. » Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
36 Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: « ¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen. »
37 Y su fama se extendió por todos los lugares de la región. (Lc. 4, 31-37)

Jesús un sábado, entró en la sinagoga de Cafarnaúm, ciudad de Galilea y enseñaba a la gente. Todos se asombraban de la autoridad con que hablaba.

Pero el asombro no es todavía la fe, es sólo su umbral, por eso estaban admirados, pero no creían, no se adherían a su Palabra para después fiarse de su Persona.

Y había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio y le poseía. Y entre él y Jesús se entabla un diálogo directo. Este y otros demonios sí creen en Él y le confiesan “el Santo de Dios”: que en el pueblo judío era Dios mismo. Con gran discernimiento, saben quién es Jesús y a lo que ha venido: a acabar con Satanás y sus secuaces y a liberar a los hombres de la esclavitud a que los demonios les someten.

Este espíritu inmundo se queja a Jesús, pero sabe que no puede nada frente a su poder divino, pues no sólo con autoridad sino con su palabra poderosa le dice: “¡cállate y sal de él!”. Y al punto le obedece dejando a este hombre, ante el asombro de sus vecinos, libre, sereno y en su sano juicio.

Y sigue el Evangelio diciendo que su fama se extendía, pero dice: “y muchos se adhirieron a Él ¿y lo adoraron como Dios, según dijo el demonio?…” Pues no, estos hombres ni siquiera viendo milagros en Jesús, le confiesan como Dios.

Y yo veo que todos nos parecemos mucho a estos hombres de Cafarnaúm: sabemos demasiado de todo, y de Dios nos parece muchas veces que también creemos. Pero la fe en Jesús es un Don grande de Dios que el Señor concede a los que son pobres y sencillos de corazón, a los hambrientos de trascendencia y salvación, a los que no parecen encontrar un sentido a sus vidas y buscan y preguntan al cielo. Y así, siempre Dios responde enviando dos gotitas de fe a nuestros ojos resecos de tanto buscar y preguntar a todos y a todo.

¡Que el Señor nos regale este Don!, que seamos como niños en pedir y en esperar, confiados que nuestra oración es escuchada…

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