LAS BIENAVENTURANZAS

20 Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: « Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.

21 Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre.
23 Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
24 « Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
26 ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas. (Lc. 6, 20-26)

Esta vida es como una moneda con dos caras. Una es la que el hombre percibe con su lógica y razón; la otra sólo se ve por el poder de la gracia, que ya es, ojos de Dios y razones de Dios. Esta corresponde a las bienaventuranzas que Jesús predicó en el monte a la muchedumbre.

La primera cara se dio en la Ley antigua, donde eran dichosos los ricos, los que gozaban y reían, de los que se hablaba bien y los satisfechos de este mundo. Pero la otra cara invierte completamente este programa. Jesús con su palabra de vida eterna nos habla de justicia, de paz y de gozo en el Espíritu Santo y cita a los pobres, los mansos, a los que ahora lloran y son perseguidos por seguir a Jesús. A todos estos se les promete la gracia y el consuelo del Espíritu Santo y después la vida eterna, la visión de Dios, la misericordia y el llamarse y ser hijos de Dios.

He aquí los dos señores a los que Jesús dijo no podíamos servir a la vez: el mundo con sus apetencias; o Dios y su Reino que nos está preparado, si somos fieles en nuestra elección de vida.

Es verdad que es duro pensar en frío en ser pobre y desnudo, llorar y pasar hambre, ser blanco de persecución y de muerte, como los mártires de Cristo. Pero estas cosas, desde Jesús, van siempre envueltas, como en una burbuja, de los besos y los abrazos de Dios, de un consuelo y una paz del Espíritu que los hombres no nos pueden dar porque ésta es paga y fruto de cielo.

Y el hombre no puede ver ni pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. A los que entran por este camino, el Espíritu se lo revela y desvela con luces destellantes para que ya en esta vida puedan gozarlo en la fe y en un amor vivo.

¡Señor Jesús, por la fuerza de tu Palabra haznos hombres y mujeres bienaventurados! ¡que no temamos entrar por este camino que nos lleva a la Vida!

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