JESUS Y LOS NIÑOS

13 Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían.

14 Mas Jesús les dijo: « Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos. »
15 Y, después de imponerles las manos, se fue de allí.

Jesús contrapone los niños a sus discípulos. Estos son “mayores”, adultos, serios y no admiten las molestias que causan los niños: Son juguetones, preguntones, pesados, por supuesto no entienden de la Ley y algo que se le parezca, son “hombres sin hacer todavía” y, por tanto, una carga… Por todo esto los discípulos no quieren que se acerquen a Jesús. Él es el Maestro que les habla del Reino de los cielos. Una realidad que ellos no entiende muy bien y los niños menos…

Pero Jesús con sus palabras les desconcierta: “De los que son como ellos, es el Reino de los cielos”. La compañía eterna con Jesús, será para los que se hacen con los niños…

¿Y qué ve Jesús en ellos para decir que el Reino de los cielos les pertenece?. Supongo que Jesús pensaría de inmediato en su madre María: La “niña de Dios”, la que fue salvada la primera después de Jesús, la que desde el cielo nos enseña con su vida a ser niños.

Ella fue pura, no conoció la concupiscencia del pecado, siempre quiso ser “la esclava del Señor” y la soberbia de ser, tener y poder, nunca la rozó: Siempre dependiente de Dios y feliz de que fuera así, era confiada, abandonada totalmente en Dios para acoger y hacer en todo su voluntad.

Como Él es Santo, todo lo que hace con ella es santo. Era como los niños, feliz, feliz de que Dios sea Dios y Ella una humilde criatura que ama a su Señor y sobre todo se deja amar por El.

Los niños se sienten felices porque son amados y se dejan querer con un gozo inmenso. Siempre se sienten predilectos porque son amados. Los niños le recuerdan a Jesús a la “llena de gracia” y hermosura, la más bella criatura salida de sus manos. Por ello, los bendice con gozo y ora por ellos.

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