LA SEMILLA QUE SIEMPRE DA FRUTO

                                        

18 « Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador.

19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino.

20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría;

21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe  enseguida.

22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto.

23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta“ (Mt 13,18-23).

Estos días estivales en los que los campos todos florecen y comienzan a madurar, me maravilla que  la liturgia de la Palabra nos traiga las parábolas del Reino de Dios de Mt13, en las que se despliegan ante nuestros ojos campos dorados, trigo, cizaña, semillas y semillitas de mostaza. Todo lo que podemos contemplar en nuestros viajes y vacaciones. ¡Qué hermoso es todo, porque Dios todo lo hace con amor! Hoy quiero que miremos juntos la parábola del sembrador. Jesús la ha pronunciado para cada uno de nosotros junto al lago de Galilea, veamos…

La imagen que a Jesús se le ocurrió, es bellísima: evoca a un hombre con todo su vigor que salió muy de mañana, con su saco al hombro, lleno de semillas preciosas que iba a encomendar a la madre-tierra, para que al cobijo de su amor produjera los frutos que deseaba para su sustento.

El sembrador camina y camina hasta llegar a su campo. Este camino está muy transitado en su primer tramo y algunas semillas se le escapan y caen en esta tierra; es una tierra dura por estar tantas veces pisada y al quedar encima las semillas, las aves tan vivaces, rápidamente las devoran. Parece que se han perdido…

En el segundo tramo, este camino está lleno de piedras y allí cayeron también unas semillas que entre la poca tierra y las piedras crecieron,  pero el sol del mediodía las atacó con su ardor y se secaron.  Su raíz era superficial. ¡Desaparecieron!...

En el tercer tramo, atravesó el sembrador un terreno con zarzas y al caer entre ellas unas semillas, las ahogaron con sus espinas…

Y por fin, al final de su andadura, el hombre llegó a su campo que lo tenía todo arado y la tierra esponjosa. Allí por fin vació su saco…  y al cabo del tiempo la simiente creció dorada y esplendente, dando su fruto copioso…

El camino de la vida, ha sido largo para todos pero la semilla de la Palabra de Dios siempre nos acompañó:

Lo hizo cuando las aves de las distracciones y diversiones nos acosaban; estuvo también conmigo cuando yo no daba fruto por falta de raíz en mi inconstancia y superficialidad; se puso pegada a mí cuando las preocupaciones de la vida querían ahogar a la Palabra; y por fin se metió en mí cuando después de todo quiso que diera fruto.

Y así hasta el final del camino en que la Palabra y yo, seremos una misma cosa. Igual que el Padre está en Jesús y Jesús en el Padre. ¡Esta es su promesa!

campo de trigo

          

                                   

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