DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

CICLO C

FALACIA DE LAS RIQUEZAS

Ecle. 1, 2; 2, 21-23

2 ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad!


21 pues un hombre que se fatiga con sabiduría, ciencia y destreza, a otro que en nada se fatigó da su propia paga. También esto es vanidad y mal grave.
22 Pues ¿qué le queda a aquel hombre de toda su fatiga y esfuerzo con que se fatigó bajo el sol?
23 Pues todos sus días son dolor, y su oficio, penar; y ni aun de noche su corazón descansa. También esto es vanidad.

(v. 2)

-“Cohélet” o “El Eclesiastés”: el hombre de la asamblea (heb. = QAMAL; gr. = EKKLÈSIA). Es decir, el Maestro o el Predicador, o bien por el contrario, el representante de la asamblea, el Público personificado y que cansado de la enseñanza clásica, va a tomar parte a su vez de la palabra.
-El determinismo del cosmos, marco monótono de la vida humana, provoca hastío en el Eclesiastés, al contrario de la admiración y la adoración que expresan Jb. 38-40 o el Sal. 104.
-La palabra “vanidad” significa “vaho”, “aliento” y forma parte del repertorio de imágenes (el agua, la sombra, el humo, etc.) que en la poesía hebrea describen la fragilidad humana. Pero para Cohélet ha perdido esta palabra su sentido concreto y únicamente evoca lo ilusorio de las cosas y por tanto, la decepción que éstas reservan al hombre.


(v. 21-23)

-“Se fatigó”, “su fatiga”: en hebreo ÀMAL, que evoca un trabajo como el del esclavo (Dt. 26, 7), fatiga, sufrimiento. Esta palabra es muy frecuente en Cohélet. En forma de sustantivo aparece veinte veces y en forma verbal 13 veces. Su “oficio” o “tarea” en hebreo ÌNYÀN, esta palabra sólo aparece en este libro donde generalmente se usa en sentido peyorativo: se trata del trabajo u oficio considerado como fuente de fatigas o de preocupaciones.
-La doctrina que evocan estos versículos y en general todo el libro es la vanidad de las cosas humanas. Todo es falaz: la ciencia, la riqueza, el amor y hasta la misma vida. Esta no es más que una serie de actos incoherentes y sin importancia que concluye con la vejez y la muerte. La problemática de Cohélet es la de Job: ¿Tienen aquí abajo su sanción el bien y el mal? y la respuesta de ambos es negativa, por su experiencia. El misterio del más allá atormenta a Cohélet sin que vislumbre la solución, pero es un hombre de fe y da la razón a Dios (aunque sin ilusión) en todo lo que acaece. Este libro por esto se ve que es de transición, escrito después del Destierro. Cohélet preparó el campo (negando la felicidad a los ricos y predicando el desprendimiento) para entender la primera Bienaventuranza (Lc. 6, 20)

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