DIA 1 DE ENERO - OCTAVA DE NAVIDAD

-SANTA MARÍA MADRE DE DIOS-

Núm. 6, 22-27

22 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:

23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: « Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis:

24 Yahveh te bendiga y te guarde;

25 ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio;

26 Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz. »

27 Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré. »

(v. 22-27)   -          La fórmula de bendición sacerdotal señala una función del sacerdocio: bendecir, poner el nombre de Dios en la asamblea (Dt. 10, 8; 21, 5). Como mediador invoca, intercede. Dios es la fuente de toda bendición y ésta abarca todo bien material o espiritual, siempre signo del favor de Dios, de su protección, gracia y paz. El (v. 27) es la expresión semítica del favor divino. El nombre divino tres veces invocado, asegura a Israel la presencia del Dios que protege.

            -   Está bien escogida esta lectura al comienzo del año como una súplica constante a Dios para obligarle a sernos propicio en cada día y siempre, con su Nombre tres veces Santo.

Gal. 4, 4-7

4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,

5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.

6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!

7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.

(v. 4)   -   El tiempo de la tutela, que era para los hombres como una esclavitud, debía terminar, por voluntad de Dios en un momento concreto, que estaba prefijado. Se cumplió el tiempo y llegó el momento a su fin: el tiempo del Mesías, que libera de la ley a los hombres y los coloca en la situación privilegiada de Hijos de Dios. En esta fecha señalada: “Dios envió a su Hijo” y al enviarlo acabó con este mundo actual y dio comienzo el tiempo futuro. “Envió desde sí”, dice textualmente el texto griego. El Hijo estaba junto a Dios con existencia divina, antes de ser enviado. “Nació de una mujer”. No apareció en la tierra como una aparición celestial, sino que se hizo realmente hombre como nosotros (Jn. 1, 14). Pablo describe la encarnación como nacimiento de mujer, para poner de relieve la bajeza y humanidad del hombre Jesús, que se solidarizó con nosotros para liberarnos (II Cor. 8, 9).

            -   El Hijo de Dios, está sometido a la ley, es decir, que compartió también con los hombres su situación histórica y así hizo posible la liberación de los que eran esclavos.

(v. 5)   -   El objetivo de la misión del Hijo de Dios y su solidaridad con los hombres es rescatar a la humanidad de la ley e introducirla en la filiación divina. La obra del Hijo es pues una obra de liberación y a través de El, Dios nos va a adoptar como hijos. En la antigüedad, ser adoptado un pobre por un rico, era un honor altísimo, ¡cuánto más ser adoptado por Dios!. Los (v. 1-3) hacían esperar que el discurso de Pablo desembocase en la mayoría de edad de los hombres, pero él sabe que la realidad no coincide, porque no somos hijos de Dios por naturaleza como el Hijo de Dios. Recibimos la filiación por un acto gracioso de la voluntad de Dios.

(v. 6)   -   Vuelve Pablo a dirigirse personalmente a los destinatarios de su carta. La forma “sois” pasa al singular en el (v. 7).

            -   La adopción filial es el motivo por el que Dios nos comunicó el Espíritu Santo, el Espíritu de su Hijo, el don escatológico. Así la bendición de Abrahán ha llegado incluso a los gentiles (3, 14). Y este Espíritu de su Hijo está en nuestros corazones (Rm. 8, 14s.); él es quien nos da la actitud que conviene al hijo frente al padre: la obediencia llena de fe. Y este Espíritu viene en auxilio de nuestra debilidad (Rm. 8, 26) dándonos un corazón nuevo y un espíritu nuevo que clama: ¡Abba! ¡Padre!. Ya no es nuestro yo quien ora en nosotros, sino el Espíritu del Hijo de Dios que se ha apoderado de nosotros con su fuerza creadora.

            -   Abbá = forma aramea = “papá”, fórmula íntima. Ningún judío se hubiera atrevido a llamar a Dios padre (Mt. 6, 9). Y este clamor del Espíritu hace patente que “ya no somos esclavos, sino hijos” (Rm. 8, 16). En la filiación de cada individuo ha alcanzado la misión de Dios su objetivo último. Dándose cuenta el bautizado de que por el Hijo en el Espíritu Santo es hijo de Dios, ha de vivir lo que es (Rm. 8, 14). Porque el hijo es “también heredero” y no es esclavo: solo Dios en un acto gracioso nos da la herencia (R. 8, 17).

Lc. 2, 16-21

16 Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño;

18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.

19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

20 Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el ángel antes de ser concebido en el seno.

(v. 16) -   Los pastores encontraron lo que buscaban conforme al signo y mediante la guía de Dios y vieron “a María y a José y al niño acostado en el pesebre”, esto y nada más: nada de la madre virgen, ni las grandezas que les había dicho el ángel. Pero vieron a este niño iluminados por la revelación de Dios.

(v. 17-19)- No todos pueden ver con sus ojos el acontecimiento: sólo los testigos predestinados por Dios  (I Cor. 15, 1-5), (Act. 10, 40-43). Los otros oyen el mensaje de estos testigos y como fruto inmediato del oír está la “admiración”. Lucas es el evangelista que con mayor frecuencia apunta que los hechos y palabras de Jesús “despertaban admiración”. La revelación divina provoca admiración, sea que se la rechace sin comprenderla, sea que se asome ante lo divino con fe y temor reverencial, o que admire lleno de presentimientos. El que se asombra ante lo divino, todavía no cree, está en el umbral de la fe y puede adherirse a ella o dudar porque este es asunto personal.

            -   También María recibe de los pastores mensaje sobre su Hijo, pero ella no sólo se asombra sino que “conserva todas estas palabras en el corazón” (8, 15), oye la palabra y la conserva. Constantemente oye María cosas de su Hijo, es ilustrada por partes y la fe combina estos elementos, los ordena, encuadra lo nuevo en lo que ya se posee. Todo es para Ella fuente inagotable de meditación: la anunciación, el nacimiento, la visita a Isabel. Con esto ora, alaba, agradece y salta de gozo y fidelidad. María es prototipo de todos los que creen, es el prototipo de la Iglesia que acoge a Cristo con la fe y lo lleva en sí.

(v. 20) -   Dios ha elegido a los más pobre de todos, que estaban en vela para recibir el mensaje del Salvador, los hizo sus testigos y los pertrechó para que fueran heraldos y ahora los hace volver a su vida cotidiana “se volvieron” y a partir de entonces “glorifican y alaban al Señor” (Lc. 5, 25s.; 7, 16; 9, 43… ) (23, 47: 24, 53; Act. 2, 47). “Lo que habían visto y oído, tal como se les había anunciado”. Los hechos salvíficos y su interpretación divina, que forman el centro del culto cristiano, llevan a la glorificación y a la alabanza de Dios. Para esto se escribió el evangelio de Lucas: para que Teófilo y con él la Iglesia, se persuadan de la certeza de aquello sobre lo que se les había instruido: Dios que causa la salud por Jesús.

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