26 DE DICIEMBRE - SAN ESTEBAN PROTOMARTIR

FIESTA

Act. 6, 8-10; 7, 54-59

8 Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales.

9 Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban;

10 pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.

7, 54 Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.

55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios;

56 y dijo: « Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios. »

57 Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él;

58 le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven  llamado Saulo.

59 Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: « Señor Jesús, recibe mi espíritu. »

60 Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: « Señor, no les tengas en cuenta este pecado. »

Y diciendo esto, se durmió

(v. 8-10)   -    Esteban pasa ahora al primer término de la narración. Es “uno de los siete diáconos” (v. 5). Así como se resaltan los “prodigios y señales” de los apóstoles (2, 43; 5, 12) así se realzan también los de Esteban y más tarde los de Felipe (8, 6). Poseía “gracia y poder”: la abundancia de los dones del Espíritu, con los que la primera iglesia acreditaba ser movida por Dios, en su obra de salvación. Pero además se nos dice de “la palabra llena de Espíritu” con que Esteban hablaba a los judíos-helenistas. Este grupo anteriormente se había quejado a los de lengua hebrea que “abandonaban a las viudas” (6, 1). Estos helenistas se pusieron al lado de los apóstoles con especiales atribuciones y surgió así un intercambio de ideas muy animado. Pero estos helenistas, debido a la diferencia del lenguaje, tenían sinagogas propias que diferían un poco del hebraísmo nacional, hasta en su pensamiento teológico debido al encuentro con la ideología y cultura helenista: eran hombres más susceptibles de “emociones espirituales” que los “hebreos” nacionales.

                 -    Aquí comienza ya una etapa especial de la evolución de la Iglesia: se inicia la discusión teológica del mensaje cristiano de salvación. Se profundiza más en el misterio de la revelación de Cristo para insertarlo en más amplios contextos de la historia de la salvación. Esteban hablando ante el Sanedrín muestra una sabiduría y un espíritu con los que apoya la verdad del mensaje de Cristo.

(7, 54-58) -    Esteban había sido acusado del más grave delito: el desacato de la ley mosaica, la blasfemia contra Dios. Esteban con gran audacia rechaza esta acusación lanzándola contra los acusadores. Ellos sí que no han observado la ley y los hace cargo de traición y asesinato de quien es el significado y contenido de toda la revelación. El Sanedrín se llena de ira e indignación contra Esteban. Es lo mismo que sucedió con Jesús. El discípulo amenazado por los hombres se le manifiesta el testimonio de aquel de quien ha hecho profesión. El “Dios de la gloria” , en una escena conmovedora, le manifiesta su proximidad: “veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre en pie a la diestra de Dios”. El Espíritu Santo le ha arrebatado y Dios se le revela en otro mundo. Y lo hace acomodándose a la manera de pensar y saber humanos de la antigüedad. Dios, en todos los tiempos, se acerca al hombre, acomodándose a la situación espiritual y a su ambiente.

                 -    San Esteban, en esta teofanía, nos recuerda la escena de la transfiguración (Lc. 9, 30s). Con la voz “gloria” se describe el misterio de Dios de un modo humano: algo del fulgor resplandeciente de la “LUZ”, que es el símbolo más expresivo de Dios en su misterio (I Jn. 1, 5).

                 -    Y en esta luz vio Esteban en su fulgor al “Hijo del Hombre”, Jesús se llama a sí mismo con este nombre, cuando habla encubiertamente de sí mismo y de su obra. Los hombres no le llamaban así, salvo en este texto en que Esteban se siente unido a Jesús de una manera única en su género (Lc. 22, 69), como las palabras de Jesús ante el Sanedrín. Pero Esteban ve al Hijo del Hombre “en pie” y no “sentado” como cuando se habla de su glorificación “a la derecha de Dios”; y es como si el Señor enaltecido por su pasión y muerte, se levanta para saludar a su fiel testigo. Es el primer discípulo de Jesús que sella el amor a su Maestro con el sacrificio de la vida.

                 -    La impotencia de la autoridad terrena se ve en la desenfrenada erupción del odio. Quieren hacer callar a gritos al acusado y se tapen los oídos, según costumbre rabínica, ante una blasfemia: es lo que juzgan pronuncia Esteban. El juicio oral, degeneró en tumulto, es lo más probable y el desenlace fue el apedreamiento de Esteban. Una vez más, como en Jesús, triunfaron los sentimientos hostiles y los arrebatos de la pasión triunfaron sobre la aplicación del derecho. Lo cierto es que Esteban fue arrastrado a la muerte por la clara confesión de Cristo Jesús. Jesús de Nazaret nuevamente tuvo que sufrir la muerte en Esteban: era mártir de Cristo. Por él la palabra “martys” = “testigo”, adquirió el sentido del que paga su confesión de Cristo, con la sangre y con la vida.

(v. 58b)    -    Los testigos en el juicio habían de arrojar ellos mismos las piedras contra el condenado (Jn. 8, 7). “Un joven llamado Saulo” guardaba los mantos de los testigos. Este hombre había de tener para toda la Iglesia una importancia decisiva. Su figura llenará por completo la última parte de los Hechos de los Apóstoles.

                 -    Esta lapidación de Esteba fue para Pablo un encuentro memorable con la Iglesia y se grabó para siempre en su alma. Veinte años más tarde, cuando confiesa al Señor, lo vuelve a repetir (22, 20) (Gal. 1, 14). Por el testimonio de Esteban brilló en el alma de Saulo un resplandor que con la gracia de Cristo, se convirtió en un fuego que le hizo ser “esclavo de Jesucristo” (Rm. 1, 1) y consumar su vida en el martirio.

(v. 59)      -    Las últimas palabras del mártir recuerdan las de Jesús moribundo en la cruz (Lc. 23, 34.46). Allí, Jesús, oró a su Padre y el discípulo moribundo se dirige al “Señor Jesús” pidiéndole reciba su espíritu. Esteban vio que Jesús estaba a la derecha de Dios y levantándose de su trono, recibe a su fiel testigo (Mt. 28, 18).

                 -    La última oración con que fallece Esteban desgarrado con heridas mortales, es una frase de Cristo agonizante. El perdón practicado con tanto ahínco por Jesús, y practicado en su vida, pertenece a la esencia de la actitud cristiana. Es el mandamiento fundamental del amor porque no solo se realiza entre hermanos, sino hasta con los enemigos. En el sermón de la montaña, esta plegaria ha encontrado su formulación incomparable (Mt. 5, 43ss; Lc. 6, 27-36). Por tanto, la oración de Esteban moribundo, por sus enemigos, no es la señal de una debilidad que se resigna, sino la expresión de una fe vigorosa en la proximidad de Dios, es un fruto excelso del Espíritu Santo que capacita al hombre a vencerse a sí mismo por amor. El móvil más íntimo del Hijo de Dios muriendo en la cruz por un mundo pecador, nos da la profundidad de la oración del primer mártir.

Mt. 10, 17-22

17 Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas;

18 y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.

19 Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.

20 Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.

21 « Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán.

22 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.

(v. 17-18) -    He aquí el anuncio de persecuciones que San Mateo nos transmite. Ya se advertía en (7, 15): “guardaos de los falsos profetas”. En forma semejante se precave contra los hombres en general. Con ánimo hostil, la naturaleza y la voluntad humana toparán con ellos; y en especial los judíos a quienes primero se dirige su misión. Los tribunales del lugar, como pequeños sanedrines, los flagelarán y también comparecerán ante gobernadores romanos y los reyes judíos de la familia de Herodes. Lo que digan, será el testimonio por causa de Jesús. Si se les desestima y condena, han de permanecer fieles hasta el fin. Su testimonio será la manifestación de Dios en la debilidad del hombre.

(v. 19-20) -    Ante el tribunal no han de fiarse de su propia prudencia, ni preocuparse por buscar palabras convenientes. Son testigos y su preocupación es que su testimonio de Dios sea puro. Entonces el Espíritu Santo de Dios les inspirará lo que deben decir. El es el Abogado de los cristianos y los protege y defiende de los acusadores. El Espíritu hablará desde el corazón (Act. 6, 10).

(v. 21-22) -    La persecución penetrará en la misma familia (10, 34-36) (Mi. 7, 6). Es semejante la descripción de Jesús. El odio estallará a donde vayan los discípulos: “sereis odiado por todos…”

                 -    Sólo vale la perseverancia hasta el fin, la fidelidad que no defrauda, la constancia del alma a través de las enemistades, decepciones y fracasos. Al que así proceda, se le promete la salvación eterna y no se inquietará por ella. ¡Y qué bien se han verificado estas palabras de Jesús a través de la historia, en sus santos!

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