JESÚS OS BAUTIZARÁ CON ESPÍRITU SANTO Y FUEGO

1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 

2 Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. 

3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, 

4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. 

5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 

6 Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 

7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 

8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» (Mc. 1, 1-8)

 

Ya desde siglos ha, Dios había predicho que un mensajero prepararía los caminos antes de la llegada de “El que había de venir”. Sólo los grandes tienen emisarios que anuncian la llegada del gran rey. Así, el Hijo de Dios, Jesús, envió por delante suyo “un gran hombre” que avisaría: “yo no soy el que pensáis, viene detrás de mí Aquél a quien no soy digno de agacharme y desatarle las sandalias”. Es decir, ni siquiera soy su esclavo pues esta tarea, era propia de los esclavos.

Juan no conocía a Jesús, pero lo anuncia. Y lo hace invitando a todos a convertirse para estar preparados para cuando llegue. Él iba por delante predicando lo que él mismo estaba haciendo en su propia persona. Por ello, es un Precursor fiable y todos le siguen y obedecen: se hacen bautizar con agua para que se les perdonen los pecados y se abran a un cambio de vida.

Juan se siente débil ante quien percibe es más fuerte, porque su bautismo es con agua, signo del deseo de pureza de vida. Pero, “el bautismo de Jesús será con Espíritu Santo y Fuego”. ¡Esto es ya cosa del cielo y no de la tierra! Podemos imaginar a Juan el Bautista, ¡en qué expectación viviría en espera de “ese signo” que Dios le había prometido: reconocer entre todos al Mesías, al Enviado por Dios, para inaugurar el tiempo de gracia y de salvación, dejando atrás la Ley y los Profetas.

Y se pone ante él como uno más para ser bautizado. Juan Bautista lo reconoce como el Mesías y se resiste,pero Jesús le fuerza porque ambos a dos, “tienen que cumplir toda justicia”. Tienen que acoger el plan de Dios, aunque no entiendan. Entonces Juan, accedió. ¡Cuántas veces Juan Bautista en el desierto!, se habría entrenado en esta docilidad y obediencia a lo que Dios le iba marcando! No se entiende esta prontitud en ceder inmediatamente. Para algo era el Precursor del más obediente al Padre que ha pisado nuestra tierra: “aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”. “Y, en esta voluntad, todos quedamos santificados”.

Dios nos concede hoy sumirnos en cosas tan grandes como maravillosas. ¡Pero no es menor maravilla que,por este bautismo, inauguración de la gracia, nosotros seamos introducidos en la vida divina y seamos en verdad hijos de Dios por adopción! Pues esto es lo que realiza en nosotros Dios el día de nuestro bautismo: nos acoge como sus hijos pequeños, al ser imagen de su verdadero Hijo, Jesús. Y nos reviste de su santidad para poder hacer las obras de Dios durante toda nuestra vida: nos hace santos en el Único Santo, Jesús, que colma en la Trinidad el amor del Padre. ¡Es verdad que, este cúmulo de gracias, lo podemos perder durante nuestro caminar en este mundo, pero Jesús no nos abandonó a nuestra suerte, sino que nos dejó una tabla de salvación que son los sacramentos que nos devuelven a la pureza perdida! ¡Todo, Dios lo ha previsto, según su infinita misericordia, ¡así!, ¡nadie podrá nunca decir que “Dios fue injusto con él”!

¡Oh Señor, guárdanos en tu regazo de amor, por la fuerza de tu Espíritu Santo y no nos dejes caer en la tentación, para librarnos del Maligno! ¡Tú lo puedes todo porque nos amas! ¡Que así sea! ¡Amén! ¡Amén!

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