ENSEÑANOS A ORAR, COMO TÚ ORAS

1 Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.»

2 El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,

3 danos cada día nuestro pan cotidiano,

4 y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.» (Lc. 11, 1-4)

El Padre-Nuestro, la bendita oración de Dios a Dios, porque Jesús que, nos la enseñó, no podía orar de otra manera a su Padre Amado. Jesús, la aprendió en el Seno de la Santa Trinidad y cuando se hizo hombre nos la tradujo en lenguaje humano, con palabras que, todo hombre podía entender y recitar desde el centro de su corazón. “Padre”, es la primera palabra y también la última que Jesús pronunció: “aquí estoy ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad” y, “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Con esta conciencia de ser hijo, se puede nacer, vivir y morir.

No hay cosa peor en la vida que no saber remitir todo nuestro ser y hacer a Alguien, a Dios. Él, da sentido a todo porque nuestra vida está en sus manos. No tenemos conciencia sensible de esta dependencia, pero, por la fe, sabemos y podemos experimentar que esto, es así. “¡Padre, Padre mío y de todos y de cada uno!”.Nuestra filiación, es un regalo de su gracia de la que nunca podremos estar suficientemente agradecidos. Y,además, su gracia, nos arrastra al Cielo, porque éste es nuestro verdadero Hogar. Y, este Hogar, es todo santidad, porque todo allí, es Amor. Y, del amor, sí que tenemos experiencia pues, el gustarle, decimos espontáneamente: “¡esto, es el Cielo!”. En el cielo está Dios. Él, es este Cielo a donde esperamos llegar un día, por su sola bondad y misericordia.

Pero hay algo que me cautiva de esta oración del Padre-Nuestro. Y, es la Santidad de Dios. No es que entienda con mi mente algo de esto. Por la fe, entro en un clima y comprensión que es del todo espiritual y sobrenatural. Me atrae la Santidad de Dios. Será porque Jesús la depositó en su Pueblo escogido, y después,por el envío de su Espíritu Santo en todos los corazones fieles a Jesús, el santo Hijo de Dios. En su Palabra escuchamos: “! sed santos, porque Yo soy Santo! Y os he separado, para que seáis míos”. Es decir que, para entrar en la santidad de Dios, hemos de separarnos de todo aquello que no es de Dios. Y, esto, es únicamente el pecado. Por él, decimos a Dios: “prefiero otros dioses que halagan mi gusto y amor propio”. Soñamos muchas veces con ser un hombre del todo puro que, tiene trato asiduo con Dios; Que “le habla cara a cara,como un amigo con su amigo”. Así, le sucedió a Moisés. Por esto, era “el amigo de Dios” a quien Él,comunicaba todo su Amor. Pero, para esto, hemos de dejarnos purificar por el Espíritu Santo que, es quien hace esta obra de amor para “presentarnos ante Dios, como una virgen pura, sin manchas ni arruga, ni nada semejante”.

¡Oh mi Dios, “crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme! ¡No me arrojes lejos de tu Rostro, no me quites tu Santo Espíritu”! ¡Sí, Señor, es posible acercarnos a la santidad de Dios, porque tu Palabra, nos acerca a Ella, ¡como una madre acerca el pecho al hijo de sus entrañas y lo alimenta para que tenga vida y llegue a ser un hombre!... Éste es el Reino que, tenemos que pedirte Jesús, ¡para que habite en todo nuestro ser! ¡Escúchanos Jesús, porque esta oración la has formulado Tú para nosotros y tu Palabra, siempre se cumple! ¡Qué así sea! ¡Amén! ¡Amén!

Imprimir

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!