DÉJAME PRIMERO, ANTES DE SEGUIRTE

57 Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.»

58 Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

59 A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.»

60 Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.»

61 También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.»

62 Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios. »(Lc. 9, 57-62)

 

“Te seguiré, pero déjame primero” … El seguimiento de Jesús no admite: “primero” y “después”. Siempre ha de ser “ahora” o nunca. ¿O no experimentamos en nuestra vida que, “luego” no existe a la hora de hacer una obra buena? O, “ahora” o nunca. Por esto, Jesús nos pone en alerta para que, no nos engañemos cuando Él nos llama a seguirle: “deja todo y vente conmigo”.

Pero, el que ha sido subyugado con éste: “ven y sígueme”, no conoce el “espera un poco”, sino que, todo su ser se lanzó en un: “¡ya voy Señor, ya, ahora, cuando quieras!”. Tiene prisa por entregarse todo entero, sin dejar nada fuera de este “ahora”. El amor, no entra en las categorías de espacio y tiempo, siempre es “ya”, “ahora”. ¿O dio largas el Hijo de Dios, Jesucristo, cuando el Padre determinó, en su momento que, se encarnara y diera su vida por nosotros? ¡No, Él dijo: “aquí estoy Señor para hacer tu voluntad, y, por esta voluntad, todos quedamos santificados, mediante la ofrenda del Cuerpo de Cristo que, se dio todo entero para salvarnos!”. Es que, en esta “prisa” de Jesús, en este: “he deseado enormemente”, está toda la Redención del pecado y de la muerte.

Y acaso, ¿ante esta entrega de Jesús por nosotros, podemos decirle: “¡espera!”? El que medita la vida de Jesús, ve muy clara la negativa de estos tres “seguidores mediocres”. El primero, le dice a Jesús: “te seguiré luego”. Y, piensa que irá, pero teniendo ciertas condiciones vitales: un lecho y alimento asegurado. Y, Jesús le habla de que su lecho es la Providencia divina que, vela en todo por su siervo fiel, así como su sustento. Si no desampara a las aves del cielo y a los lirios del campo, ¿podrá olvidarnos a nosotros, sus hijos queridos?¡No, su amor no lo permitirá!

El segundo, le habla de un mandamiento: “honrar padre y madre” y, por tanto, velar por ellos hasta que se apague su vida. Pero Jesús, nos pide un abandono y confianza totales. ¿No cuida Él de mis padres, más y mejor de lo que pueda hacer yo por ellos? Mas, nuestro dejarle hacer a Él en nuestra vida, requiere un confiar sin titubeos, cuando Él nos llama a anunciar el Reino de Dios. Él, no se contradice y si llama, nos dará el ciento por uno. Es su promesa fiel, ésta es su Palabra.

Y el tercero, habla de despedidas, de hacer una fiesta familiar, cuando me desprendo de este mundo. El que vive, no asido a los bienes de acá, sino a los eternos, en una esperanza segura, la palabra “despedida”, no tiene cabida porque hace tiempo que vive de la mano providente de Dios que es provisionalidad y milagro de su subsistencia, cada instante que vive. Su experiencia, es siempre, mirar hacia adelante donde Jesús nos espera sentado a la derecha de Dios.

¡Pidamos al Señor el clavar nuestra mirada en Él para que, lo de acá abajo, no nos arrastre a su seguimiento,sino que nuestra alma sea libre y pueda volar sin obstáculos a lo que se nos ha prometido: la eternidad en el amor y en un “ya” sin vuelta atrás!

¡Hazlo Tú Señor, por tu bondad y amor! ¡Amén! ¡Amén!

Imprimir

ImagenCookies

Hola! ¡Bienvenido a la página web del monasterio de san Blas! Nos encanta verte por aquí y esperamos que este sitio sea un lugar donde puedas encontrarte con Jesucristo Resucitado. Tan sólo queremos pedirte un favor: para mejorar la página y facilitar tu navegación por ella necesitamos que aceptes nuestras cookies. ¡Muchas gracias y oramos por ti!