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VELAD, PORQUE NO SABÉIS EL DÍA Y EL MOMENTO

1 « Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. 

2 Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. 

 

3 Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; 

4 las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. 

5 Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. 

6 Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" 

7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. 

8 Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan." 

9 Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis." 

10 Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. 

11 Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" 

12 Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco." 

13 Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. (Mt. 25, 1-13) 

 

¡Qué bella parábola se le ocurrió a Jesús acerca del Reino de Dios! ¿Quién no puede imaginar un banquete nupcial en donde “el Novio” es el sujeto principal, a quien esperan estas diez doncellas con sus lámparas encendidas?

Aquí, está hablando Jesús de las costumbres judías en que, la novia invitaba a sus diez amigas, para que, con sus lámparas encendidas, vayan en el séquito de la boda, la noche de los esponsales. Todas van alegres con su luz, dando con ella mayor alegría a la fiesta. ¡Pero ay, el novio tarda, seguro que, por qué tenía que cumplimentar a muchos invitados! Y las vírgenes comienzan a sentir el tedio de la espera en que nada especial sucede. Así, las lámparas se fueron apagando y todas se durmieron. Pero a media noche: “¡Qué llega el esposo, salid a recibirlo!” Y, todas presurosas encienden sus lámparas, pero cinco de estas doncellas, no llevaban aceite de repuesto y se les apagó la luz.

Jesús nos está hablando aquí a todos los cristianos que, sabemos que Él vendrá en la Segunda Venida. Y,como ignoramos el tiempo y el día en que aparecerá sobre las nubes del cielo, se nos pide vigilancia en todo tiempo: el estar despiertos por una vivencia fuerte de la fe y el amor que no admiten demora. Y, en el tiempo en que estamos dormidos, también el corazón debe velar a la espera de Jesús, por el acopio del amor que éste, nunca descansa, aunque el cuerpo caiga en un pesado sopor: el sopor de la espera.

El Señor nos avisa que, si esto no hacemos, no entraremos en “la Boda divina” y tendremos que oír de sus labios: “¡apartaos de mí, porque no os conozco!”. ¡No, Señor, no permitas que nuestro espíritu vague por el adormecimiento del amor y nos sintamos sin el aceite de la caridad y que no podamos oír tu voz de: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros, pues ¡os conozco por vuestras obras de misericordia”! Entonces, éstas nos auparán hasta el Corazón de Cristo, donde Él nos esperaba desde toda la eternidad.

¡Qué tu Espíritu Santo nos despierte y espabile para el encuentro contigo! ¡Qué seamos dóciles a tu voz, por una conversión continua en nuestro pensar y obrar! ¡Mira Señor que, lo nuestro es la inconstancia y la distracción de lo único necesario: el amor a Ti sobre todas las cosas y el amor a mi hermano y a los más pobres más! ¡Qué vea en ellos otro Cristo, un miembro sufriente de tu Cuerpo, en quien tienes tus complacencias: “lo que hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”!. “Velad y orad para no caer en la tentación” del desamor o la indiferencia! ¡Tú sabes, Señor, cómo guiarnos en nuestro camino de santidad! ¡Hazlo Tú porque puedes, quieres y sabes! ¡Así sea Señor! ¡Amén! ¡Amén!

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