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YO HE VENIDO A SERVIR Y A DAR MI VIDA

20 Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. 

21 El le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» 

22 Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» 

23 Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. 

24 Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. 

25 Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. 

26 No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 

27 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; 

28 de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.» (Mt. 20, 20-28)

 

El instinto posesivo que no procede de la gracia sino de la naturaleza humana y ésta viciada por el pecado, desea los primeros puestos, estar por encima de los demás, aunque para ello tenga que pisarlos poniéndolos como estrado de sus pies. La naturaleza de las cosas, aunque gime expectante esperando la plena manifestación de los hijos de Dios, no está viciada porque sigue fielmente las leyes que le dio Dios al crearla. ¿Quién ha visto que un animal destruya a sus semejantes, por afán de preeminencia?: nadie. Su ley es servirse de todo para sobrevivir, pero nada más.

Mas el hombre, con su libertad y la voluntad, no sigue las leyes del amor que Dios ha impreso en su corazón, por su imagen divina grabada en ella. Así, vemos a Jesús enfrentándose con esta realidad y nada menos que impresa en sus discípulos y esto, en los predilectos. Piden, no solo mayorías terrenas sino privilegios divinos, ellos que son de barro y además éste estropeado por el pecado. Por esto, Jesús les asegura: “¡no sabéis lo que pedís!”. Ellos no ven a Jesús todavía más que “de tejas para abajo”. En este momento no ven en su Maestro más que un hombre extraordinario y lleno de Dios. Porque, si hubieran sabido que Jesús era Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, habrían guardado sus ambiciones como cosa inconveniente. Y, es que el pueblo de Israel, el Pueblo elegido por Dios, tenía un sexto sentido para percibir las actitudes propias que un fiel ha de tener ante la divinidad, ante Yahvé. Y estas son la alabanza y la bendición, junto con una adoración muy sentida. Pero esto, ante el Hombre Jesús, estaba todavía escondido a sus ojos.

A cambio de estas pretensiones, Jesús, con altísima dignidad, les propone su seguimiento, cambiando sus ambiciones en servicio a los demás, en ser no solo servidor sino esclavos de los hermanos. Éste, es el camino que el Padre eligió para su Hijo el Amado, ¡porque en verdad le ama! Y, también ama a estos pobres,sus hermanos. Esta proposición de momento es un enigma, pero se entregan a ella porque están atraídos irresistiblemente por Jesús y no quieren sino agradarle.

Con el tiempo, y en la hora del Espíritu, entenderán este sacrificio hasta la muerte de su Señor y su Dios.

Nosotros, Jesús, a veces no captamos todo este Misterio de la entrega porque nos falta todavía mucho Amor,mucho Espíritu Santo. Pero confiamos que Él, con la fuerza de su gracia, vaya ablandando nuestro corazón y, como tierra acogedora, puedan los hermanos pisar en ella para sentirse amados, acogidos y servidos en sus heridas y pobrezas.

¡Hazlo Tú, Señor, pues nadie, ni nada puede obrar este milagro, totalmente sobrenatural! Y, “si tarda espera,pues llegará sin retrasarse”. Y, cuando llegues, te alabaré y bendeciré, ¡como lo Único necesario en mi vida!¡Qué así sea Señor! ¡Amén!

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