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ID A LAS OVEJAS DESCARRIADAS DE ISRAEL

36 Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor.
37 Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.»
1 Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia.
2 Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo;
4 Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó.
5 A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos;
6 dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
7 Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca.
8 Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. (Mt. 9,36- 10,8)

Jesús, ve a las muchedumbres distraídas, enajenadas de Dios y atraídas por falsos dioses en quienes quieren colmar su deseo de amar y ser amados. Son, en palabras de Jesús, “como ovejas descarriadas que no tienen pastor”. Cada una, siguiendo sus caminos, aquellos para los que no fueron creados por Dios. Y, es que, la mayoría, no han oído hablar de Dios y su designio de amor, cuando nos envió a su Hijo Jesús para salvar al mundo del pecado y de la muerte eterna.

Nos parece que, este mensaje que, sólo se puede acoger y entregarse a él por la fe, no es posible que abra brecha en los corazones que, muchas veces, tampoco quieren oír. Pero olvidamos que, Dios, con su gracia, puede y quiere romper estos corazones para que entre su luz en ellos a raudales. Mas, ha pedido que, el hombre ponga su pequeña colaboración para que se dé el milagro de la conversión de todos los hombres a Dios.

Y se queja Jesús de que haya tan “pocos obreros para su mies”. Multitudes mueren de hambre de escuchar palabras de vida eterna, y a veces, no somos audaces en nuestra fe: ¡Sí, nuestra palabra es torpe y somos tímidos en predicar a Jesús! Mas, esto, también lo sintieron los grandes apóstoles como San Pablo que, se gloriaba entre los fieles gentiles que, no entraron en la fe por sus palabras de sabiduría humana, sino por la necedad de la predicación, en donde Dios infundió su Espíritu Santo y lo hizo capaz, no sólo de hablar, sino de realizar signos que, están lejos del poder del hombre. Porque ¿quién, a fuerza de gritar, puede expulsar un espíritu satánico? o ¿quién, con su insistente deseo, puede curar a un enfermo o de volverle a la vida, si está muerto?

Estas obras, son sólo las obras de Dios y de su Espíritu Santo. Dice su Palabra: “Jesús, cuando subió al cielo, repartió dones a los hombres”. Éstos, son los regalos, fruto de su Resurrección y de su sentarse a la derecha de Dios- Padre en los Cielos. Porque, “Dios es amor” y el amor es difusivo y no puede menos que derramarse.

Y, estos dones son múltiples: unas veces curan devolviendo la salud física y con mayor razón la salud espiritual que, es la conversión a una vida santa; Otras, devolverá la vida física porque Jesús, en la boca y en la persona de sus predicadores, ha vencido a la muerte en todas sus formas. ¡Él, es la Vida y no puede menos que darla sin medida! Y, por último, arrancará, por el exorcismo de su siervo fiel, los demonios de las almas que, se hayan poseídas por él.

Jesús nos amonesta: “! Oh, si tuvierais la fe de un granito de mostaza, diríais a esta morera, ¡arráncate y plántate en el mar y os obedecería!”

¡Señor Jesús, envíanos a los hombres, y a los más cercanos más para que nuestra fe, ungida por tu Palabra, arranque a los hermanos de tantas ataduras que los retienen esclavos de los poderes de Satanás, porque él, domina en este mundo nuestro y “sabe que le queda poco tiempo de ser arrojado por ti Señor a las tinieblas eternas”!

¡Hazlo Tú, porque eres Poderoso y Bueno! ¡Qué así sea! ¡Amén!

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